«Sin ustedes esta convivencia de las diferencias no sería posible», dijo el Papa a los jóvenes de Baréin - Alfa y Omega

«Sin ustedes esta convivencia de las diferencias no sería posible», dijo el Papa a los jóvenes de Baréin

La escuela del Sagrado Corazón cuenta con alumnos de 29 nacionalidades y diversas religiones. «Participábamos en la felicidad de los otros», aseguró un exalumno musulmán

Redacción
El Papa a su llegada a la escuela del Sagrado Corazón, en Baréin. Foto: CNS / Vatican Media.

El último encuentro del tercer día de Francisco en Baréin tuvo lugar en el colegio del Sagrado Corazón, institución que lleva 74 años en el país y cuenta, en la actualidad, con estudiantes y profesores de 29 nacionalidades y diversas culturas, lenguas y pertenencias religiosas.

Tras ser recibido por los estudiantes en la puerta se dirigió al gimnasio, donde le esperaban 800 chicos y chicas que dieron comienzo el encuentro con una danza tradicional. El testimonio del teniente Abdulla Atiya fue muy elocuente. Exalumno del centro, y actualmente miembro de la Guardia Real, explicó que, musulmán, estudió en esta escuela católica. «Tuve la oportunidad de celebrar no solo el Ramadán; también celebré la Navidad, Diwali y muchas otras festividades». En el Sagrado Corazón «no había discriminación y uno participaba en la felicidad del otro», añadió. Este centro «ha demostrado ser un excelente ejemplo de unidad y respeto mutuo» en un país en el que «la unidad en la diversidad es la razón principal de nuestro crecimiento y desarrollo». También habló frente al Papa Nevin Varghese Fernández, católico residente en Baréin, quien aseguró que es «afortunado de vivir en un país que promueve y apoya varias religiones. Podemos expresar nuestra fe y tener conversaciones interreligiosas con nuestros amigos muy libremente».

A continuación, la directora de la escuela, la hermana Roselyn Thomas, dio la bienvenida y agradeció la presencia del Pontífice ante sus 800 estudiantes: «Sus palabras los fortalecerán para ser la esperanza de un futuro brillante para nuestro mundo, donde serán ciudadanos activos que trabajarán para hacer de nuestro mundo un lugar mejor». Lo constató el Papa en su intervención: «Mirándolos a ustedes, que no son de la misma religión y no tienen miedo de estar juntos, pienso que sin ustedes esta convivencia de las diferencias no sería posible». Derribar fronteras es fundamental «en los contextos complejos y plurales en los que vivimos», y para ello les ofreció tres recomendaciones.

La primera es «abrazar la cultura del cuidado». «Hacerse cargo, cuidar, significa desarrollar una actitud interior de empatía, una mirada atenta que nos lleva a salir de nosotros mismos, una presencia amable que supera la indiferencia y nos impulsa a interesarnos por los demás». Este, aseguró el Papa, «es el punto de inflexión, el comienzo de la novedad, el antídoto contra un mundo cerrado que, impregnado de individualismo, devora a sus hijos; contra un mundo prisionero de la tristeza, que genera indiferencia y soledad». «Si no aprendemos a hacernos cargo de lo que nos rodea —de los demás, de la ciudad, de la sociedad, de la creación— terminamos pasando la vida como los que corren, se afanan, hacen muchas cosas, pero, al final, se quedan tristes y solos porque nunca han experimentado en profundidad la alegría de la amistad y de la gratuidad. Y no le han dado al mundo aquel toque único de belleza que solo él, o ella, y nadie más, podría darle».

Pero el Papa advirtió a los jóvenes de que esto requiere «un entrenamiento constante. Así que no se olviden de cuidarse primero a ustedes mismos». ¿Y cómo se hace para cuidar el corazón? «Traten de escucharlo en silencio», «que no les pase ser “turistas de la vida” que solo la miran desde fuera, superficialmente. Y, en silencio, siguiendo el ritmo de vuestro corazón, hablen con Dios. Háblenle de ustedes mismos, y también de aquellos que encuentran cada día y que Él les da como compañeros de viaje».

La segunda invitación que hizo a los jóvenes fue la de «sembrar fraternidad». Las tensiones y las amenazas aumentan, y a veces los conflictos estallan «porque no se trabaja el propio corazón y se permite que, en las relaciones con los demás, las distancias se agranden y las diferencias étnicas, culturales, religiosas y de otro tipo se conviertan en problemas y temores que aíslan, y no en oportunidades para crecer juntos». Y recalcó: «Las palabras no son suficientes, se necesitan gestos concretos realizados en lo cotidiano».

La tercera y última invitación fue la del desafío de tomar decisiones en la vida. «Siempre, frente a un desafío, es necesario elegir, involucrarse, arriesgarse, decidir. Pero esto requiere una buena estrategia, no se puede improvisar viviendo solo por instinto y al instante». ¿Y cómo se hace para afinar la mirada interior, aprender a juzgar las situaciones, a captar lo esencial? «Se trata de crecer en el arte de orientarse en las decisiones, de tomar la dirección correcta». El consejo del Papa fue: «Sigan adelante sin miedo, y nunca solos. Dios nunca los deja solos, pero, para darles una mano, espera que se la pidan». Y, muy importante, «busquen siempre, antes que las opiniones de internet, buenos consejeros en la vida, personas sabias y de confianza que puedan orientarlos, ayudarlos. Pienso en los padres y en los maestros, pero también en los ancianos, en los abuelos, y en un buen acompañante espiritual».