Sin la familia no habrá salida duradera de la crisis
María, señal de esperanza cierta y de consuelo: es el lema de la fiesta de la Patrona de Madrid de este año 2013, y con él, nuestro cardenal arzobispo encabeza su Exhortación pastoral ante la celebración de Nuestra Señora de la Almudena. Escribe:
Cerca ya la fiesta entrañable de nuestra Patrona, la Virgen de la Almudena, deseo invitaros a prepararos con alegría a su celebración, el día 9 de noviembre. Madrid, metida ya en el tercer milenio de la Historia, es una ciudad moderna y antigua al mismo tiempo. La advocación de La Almudena a la Madre de Dios data nada menos que de los comienzos del segundo milenio: fue en el año 1085 cuando los habitantes de esta ciudad comenzaron a honrar a la Virgen con esta advocación. También el Voto de la Villa, que renovará la señora alcaldesa, tiene un origen muy antiguo. Desde el 8 de septiembre de 1646, los madrileños siguen renovando su voto de asistir «a la festividad de Nuestra Señora de La Almudena… perpetuamente para siempre jamás, esperando que este servicio le será muy agradable a la Virgen Santísima… y para el bien público de este Villa».
Aquel primer voto fue, como sabéis, en acción de gracias por haber salido sanos y salvos de una inundación. Hoy, seguimos dando gracias a la Virgen y pidiéndole lo mejor para esta ciudad, que ha manifestado su fe en Cristo y su amor a la Iglesia durante muchas generaciones de cristianos, en las que ha habido numerosos mártires y santos. Fe que ha resplandecido con singular belleza en la JMJ 2011, presidida por el Santo Padre Benedicto XVI.
Os animo a participar en la Santa Misa que se celebrará en la Plaza Mayor, y en la posterior procesión en la que honraremos a nuestra Patrona por las calles del viejo Madrid hasta la catedral de la Almudena. El lema de este año es María, señal de esperanza cierta y de consuelo, una expresión que procede de un bello texto del Concilio Vaticano II, de su constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen gentium: «La Madre de Jesús, glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y comienzo de la Iglesia que llegará a su plenitud en el siglo futuro. También en este mundo, hasta que llegue el día del Señor, brilla ante el pueblo de Dios en marcha, como señal de esperanza cierta y de consuelo».
Recientemente, el Papa Francisco recordaba que «María siempre está con nosotros. Sostiene a los cristianos en el combate contra las fuerzas del mal… Donde está la cruz, para nosotros los cristianos hay esperanza. Si no hay esperanza, no somos cristianos. Por eso me gusta decir: No os dejéis robar la esperanza».
Obras de servicio
Sus palabras adquieren una gran resonancia en estos momentos en que tantas familias sufren las diversas crisis de nuestra sociedad: crisis humanas, morales y espirituales, crisis económicas. Pienso especialmente en tantas personas y familias en paro, matrimonios jóvenes que no pueden criar dignamente a sus hijos, mujeres que sufren maltrato y marginación. Os recuerdo a este respecto palabras recientes de la Conferencia Episcopal Española: «Sin la familia, sin la protección del matrimonio y de la natalidad, no habrá salida duradera de la crisis. Así lo pone de manifiesto el ejemplo admirable de solidaridad de tantas familias en las que abuelos, hijos y nietos se ayudan a salir adelante como es sólo posible hacerlo en el seno de una familia estable y sana». ¡No nos dejemos robar la esperanza!
En estos momentos de crisis y de incertidumbre económica, la acción de Cáritas, diocesana y parroquial, y de tantas obras de caridad que llevan a cabo numerosas realidades eclesiales de nuestra ciudad, son un testimonio esperanzador de cómo la fe sabe transformarse en obras de servicio: ¡de que la esperanza cristiana no es vana! Hay muchas manos trabajando en esas acciones de auténtica caridad cristiana. Pidamos hoy, todos juntos, confiando en la intercesión de nuestra Madre y Patrona, que esas manos se multipliquen y que nos alcance de su Hijo las gracias espirituales y materiales que necesitamos.
A lo largo de este año hemos contemplado, con agradecimiento a Dios, los abundantes frutos de la Misión Madrid, que se han manifestado en numerosas iniciativas de evangelización llevadas a cabo en los ambientes más diversos de nuestra ciudad. Ponemos esos frutos a los pies de la Virgen, como los granos de trigo a los que alude su advocación de La Almudena, para que se transformen en un trigal fecundo para la Iglesia entera. Le pedimos también que nos siga bendiciendo en la Misión Madrid para saber responder apostólicamente, con su ayuda, a los retos pastorales que nos hemos propuesto para este curso. Y le rogamos que nos acompañe en nuestro caminar creyente en estas últimas semanas que nos quedan para finalizar el Año de la fe, el próximo 24 de noviembre de 2013, solemnidad de Cristo Rey del Universo; y siempre.