Silencios - Alfa y Omega

Silencios

Cristina Tarrero
Retablo mayor del Monasterio de la Encarnación, Madrid. Foto: Luis Copado

En Madrid hoy día impera el ruido, la prisa y la rapidez. Corremos del trabajo a casa, al colegio, con los amigos… y la vida del siglo XXI no para. La ciudad es un espacio donde todos van a lo loco, una carrera, un ir y venir, y en ocasiones perdemos de vista lo importante. En el metro, en la cola del autobús, o en el supermercado oímos conversaciones alteradas, reproches y discusiones. Pero de vez en cuando debemos detenernos y respirar, y eso lo podemos hacer en una capilla de Madrid.

Este año el Museo Catedral de la Almudena ha desarrollado un concurso en redes sociales para descubrir las capillas de nuestra ciudad. Algunas son desconocidas y otras muy conocidas, pero todas tienen su historia y su belleza. Cada una tiene su peculiaridad, su encanto y es, ante todo, un lugar de oración. Es cierto que no todas están abiertas al público, o tienen un horario reducido, pero desde el museo os invitamos a conocer nuestro patrimonio a descubrir las capillas conocidas o desconocidas, gozar con su belleza y no perder la vista de lo importante, para qué se construyeron, con qué fin se levantaron. En algunos casos, y si se tercia, podemos encontrar el silencio que movió a las diferentes instituciones a promover esa construcción y descubrir que mucha gente acude allí a orar.

Algunas, como la Encarnación o las Descalzas Reales, tienen comunidades que mantienen su espíritu fundacional; otras han cambiado, y otras simplemente se abren en momentos puntuales para celebraciones especiales, como la capilla Real. Pero todas ellas son un tesoro que debemos valorar, conservar y proteger, y son fruto de un momento histórico y una situación social.

El museo os anima a participar y a descubrir el arte y la historia que encierran. Para ello hay que tener redes sociales y seguirnos en Facebook, Twitter o Instagram. Seguir al Museo Catedral de la Almudena no solo es conocer la catedral de Madrid, sino descubrir el patrimonio artístico religioso de nuestra ciudad, aprender a valorarlo y quererlo, y comprender que el testimonio del pasado es presente y futuro para las nuevas generaciones. Debemos mirar con los ojos de la historia, el arte y la fe, no con los ojos críticos de un hombre materialista del siglo XXI embutido en la frenética actividad diaria.