«Sigue vigente la educación liberal de Newman»

«Sigue vigente la educación liberal de Newman, que es aprender a estimar el saber en sí mismo»

Javier Prades e Higinio Marín reflexionan en la Universidad Villanueva acerca del legado intelectual y espiritual de John Henry Newman

Cristina Sánchez Aguilar
Higinio Marín durante la entrevista.
Higinio Marín durante la entrevista.

Con motivo de la reciente proclamación de John Henry Newman como doctor de la Iglesia, la Universidad Villanueva, en colaboración con la Fundación Cultural Ángel Herrera Oria y la Editorial Encuentro, organizó una mesa redonda para reflexionar sobre su legado intelectual y espiritual. En el encuentro, moderado por el capellán de la universidad, José Fernández, que es doctor en Teología Moral por la Pontificia Università della Santa Croce (Roma), participaron el teólogo Javier Prades, exrector de la Universidad San Dámaso, e Higinio Marín, profesor de Filosofía y rector de la Universidad CEU Cardenal Herrera.

—¿Qué aspectos de la visión de John Henry Newman sobre la universidad consideras más vigentes en el siglo XXI?
—Javier Prades (J. P.): Algunas de las pautas más centrales de su visión de la educación, a mi juicio conservan todo su valor: La prioridad de la persona y su cuidado integral, la comprensión integral del conocimiento frente a la fragmentación y a la especialización exageradas. La necesidad de integrar los saberes respetando también cada disciplina, pero encontrando lo que permite su comunicación. La importancia de una dimensión ética y espiritual, religiosa, para atender precisamente la unidad de la persona.

—Higinio Marín (H. M.): Yo creo que el alegato del cardenal Newman en favor de los saberes liberales, de los saberes que no se justifican por su utilidad sino por su valor en sí mismo. La universidad no es una escuela profesional, no es una escuela academial donde se aprenden herramientas para ejercer un oficio. Ciertamente se aprenden, pero si es universidad no es por eso, sino porque a los saberes, y a todo, se les reconoce un valor que no es subordinante o instrumentalizable respecto de la inserción laboral. La índole del universitario está precisamente en eso que Newman llama educación liberal, que es aprender a estimar el saber en sí mismo.

Javier Prades durante la entrevista.

—¿Cree que el pensamiento de Newman ofrece una crítica válida a la fragmentación del saber que caracteriza a la universidad moderna?
—J. P.: A mi me parece que es una de las características más interesantes en la que merece la pena seguir profundizando. La continua preocupación de Newman por la universalidad. La posibilidad de alcanzar una inteligencia lo más amplia posible del saber que luego permita que cada disciplina pueda florecer. Las críticas a veces muy irónicas que hace Newman a la mera acumulación superficial de conocimientos, al tragar información, que produce una primera sensación de dominio de una tarea pero que, sin embargo, carece de toda profundidad y de toda capacidad de juicio crítico sobre lo que está fuera de la disciplina. Yo creo que en ese sentido es muy actual.

—¿Qué papel puede tener la fe en la educación universitaria de hoy?
—J. P.: Empíricamente tendríamos que dirigirnos a las universidades de inspiración cristiana o directamente católica, según los distintos regímenes jurídicos que pueden tener, donde en principio las personas que se inscriben o son cristianas o tienen una mirada compatible y favorable a la propuesta cristiana. En las universidades públicas hay muchísimos cristianos, entre el profesorado y el alumnado, aunque es verdad que la cultura dominante en la vida universitaria en general es laica o laicista en muchas ocasiones. Pero es una cuestión muy abierta: se pueden identificar espacios, ámbitos, donde Dios habría dejado de ser una cuestión interesante; pues ni siquiera ahí se puede eliminar del todo lo que tiene que ver con Dios y con la búsqueda de los seres humanos de su plenitud religiosa.

John Henry Newman

—¿Qué consejo darían a los jóvenes universitarios para que busquen no solo un título, sino una formación verdaderamente humanista?
—J. P.: Les diría que se encuentren con otras personas, adultos, profesores, otros compañeros, en los que vean algo que ellos desean, como la pasión, pero no tienen. Que se dejen contagiar por aquellos que tienen el deseo de estudiar, de conocer.

—H. M.: Lo mismo, que sigan el rastro que deja delante de ellos la pasión de sus profesiones. Es un destello que no es físico. Es la pasión por aprender. Ese aprendizaje tiene un valor imprescindible. Cuando uno descubre eso, lo que ocurre es que su cualificación en los saberes útiles además se multiplica y se intensifica, porque ha descubierto la pasión constitutiva de la universidad que es aprender, estudiar, saber y compartir.

—Newman hablaba de la universidad como un lugar de formación integral. ¿Cómo puede mantenerse esa idea en un contexto cada vez más utilitarista y tecnificado?
—H. M.: La universidad no es un sitio donde las cosas se desprecian porque son útiles, es un sitio donde con motivo de lo útil, se encuentra, se valora, se desarrolla y se estima lo que tiene valor por sí mismo. Y esa es la gran oportunidad. Por supuesto que los estudiantes vienen a la universidad intentando cualificarse para el desempeño de un oficio que les va a permitir abrir ese camino en la vida. Bien, pues es esa demanda la que hay que utilizar como ocasión para que reciban la auténtica oferta universitaria, que es ciertamente esa cualificación, pero en cuya naturaleza y en cuyo proceso se desarrollan unos conocimientos y unas aptitudes que no están gobernadas ni suscitadas por la utilidad y su urgencia, sino precisamente por el carácter liberal, libérrimo, que tiene la inteligencia y que tiene el corazón del hombre.