Siempre igual y diferente - Alfa y Omega

Otro año más llega el Adviento. Otro año más, pero no otro año igual. Porque cada año es diferente: nuestra edad, nuestro estado anímico, las circunstancias que nos rodean… En Múrmansk algo se repite siempre. Estamos en plena noche polar y hay siempre nieve; a veces, mucha nieve.

La oscuridad y el frío son cosas externas, pero que influyen en cómo se vive el día a día. Con el tiempo me he convencido de que el frío no existe; si tienes frío, es que vas mal abrigado. Y respecto a la oscuridad, vitaminas para reforzar la inmunidad y la luz encendida (bombillas de bajo consumo) para poder aguantar.

Lo más importante es la actitud interior. Los que hemos vivido ya algunos Advientos, tenemos difícil poner el contador a cero y preparar el camino al Señor con toda la ilusión. Por supuesto, ayuda la liturgia, que va marcando los ritmos, y ayudan las fiestas que celebramos, por ejemplo, san Andrés o la Inmaculada Concepción. El tercer domingo de Adviento, el Gaudete, también es un buen momento para mí, quizá por la casulla rosa.

Ayuda también la buena disposición de la gente. Antes de Navidad, como antes de Pascua, se me confiesa casi toda la parroquia. Es un momento bonito para sentir que la misericordia de Dios llega hasta el Círculo Polar. Sin duda, el sacramento de la reconciliación es la mejor vitamina para el alma.

Cada domingo encendemos una de las velas de la corona de Adviento. Con esta pequeña oración, entramos en ambiente para vivir la celebración dominical. Son gestos que ayudan. La gente los espera, y, aunque se repiten, saben a nuevos cada año. Meditar sobre lo que significa el nacimiento de Jesús es una ardua tarea. Sin Navidad no habría Pascua. Sin Pascua, no habría salvación. La Iglesia, Madre y Maestra, nos da cuatro semanas de preparación, para poder vivir la Navidad como Dios manda. Abrir el corazón, yo, y ayudar a los parroquianos a que se preparen, es el reto al me enfrento otra vez. Siempre igual, pero siempre diferente. Otro año más. Nos rezamos.