Francisco: «Si vivimos para servirnos del pueblo en vez de para servir, el sacerdocio es estéril»
El Papa ha advertido al clero y los religiosos congoleños frente a la mediocridad espiritual, la comodidad mundana y la falta de formación
En medio de la difícil realidad de la República Democrática del Congo, los obispos, sacerdotes, seminaristas y consagrados «estáis llamados» a «ofrecer cercanía y consolación». Es el mensaje que ha lanzado el Papa Francisco a la Iglesia local, reunida en la catedral de Nuestra Señora del Congo.
En la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, el Santo Padre ha dado gracias a Dios «porque sois signos de la presencia de Jesús que pasa por los caminos de este país y toca las heridas de su gente». Ha reconocido «los enormes desafíos que se deben afrontar para vivir el compromiso» de su vocación «en esta tierra marcada por situaciones difíciles».
Pero al mismo tiempo ha constatado cómo «hay mucha alegría en el servicio del Evangelio y son numerosas las vocaciones». Algo que explica por «la abundancia de Dios, que actúa en la debilidad y nos hace capaces de generar esperanza en las situaciones especialmente dolorosas de nuestro pueblo».
Fidelidad a la Misa y la oración
«El servicio solo es eficaz si pasa a través del testimonio», ha subrayado en otro momento. No son suficientes «las palabras y las intenciones». Por eso, ha invitado a los presentes a superar los desafíos de la mediocridad espiritual, la comodidad mundana y la superficialidad.
«La prioridad de nuestra vida» es «el encuentro con el Señor», ha dicho sobre el primero. «Especialmente en la oración personal», que es «el fundamento de nuestra acción» ya que «el ministerio y el apostolado no son en primer término obra nuestra». Para superar el obstáculo que suponen para orar los compromisos, la carga de trabajo y el cansancio, Francisco ha animado a los presentes a ser «fieles a ciertos ritmos», como la Misa diaria y la liturgia de las horas.
Además, «es necesario reservar cada día un tiempo intenso de oración para estar con Nuestro Señor corazón con corazón». Incluso en medio de la actividad, ha invitado a la repetición de jaculatorias y a no olvidarse de la Virgen María. Todo ello «abre espacios para experimentar la cercanía de Dios, para que su Palabra nos sea familiar y a través de nosotros lo sea para todos con los que nos encontramos».
No aprovecharse del puesto
Otra tentación para los sacerdotes y consagrados, especialmente en un contexto de pobreza y sufrimiento, es «aprovecharse del papel que tenemos para satisfacer nuestras necesidades» y optar por «una vida cómoda en que se tienen las cosas más o menos resueltas». Eso lleva a convertirse en «burócratas del espíritu» replegados sobre sí mismos, preocupados en «gestionar finanzas o algún negocio».
Que esto ocurra en la vida de un hombre o mujer de Dios «es escandaloso», pues «deberían ser modelos de sobriedad». Antes, ya había advertido de que «si vivimos para servirnos del pueblo en vez de para servir, el sacerdocio y la vida consagrada se vuelve estériles».
En cambio, les ha propuesto la belleza de mantenerse «libres de las componendas del dinero, abrazando la pobreza evangélica y trabajando con los pobres». En la misma línea, ha subrayado la hermosura de expresar la «disponibilidad a Dios viviendo el celibato».
Formación para todos
Los pastores, ha proseguido el Pontífice, tampoco pueden ser superficiales. «El pueblo de Dios espera ser alcanzado y consolado por la Palabra del Señor». Y por ello son necesarios «sacerdotes y religiosos formados, apasionados por el Evangelio». A la vista del don recibido con la vocación, «sería presuntuoso pensar que podemos vivir la misión a la que Dios nos ha llamado sin trabajar cada día en nosotros mismos».
«La formación del clero no es opcional», ha dicho a los seminaristas y «a todos». Una formación que ayuda a «entrar en el corazón del misterio cristiano, a profundizar la doctrina, y al mismo tiempo a permanecer abiertos» a las inquietudes y «preguntas cada vez más complejas de nuestra época».
Por último, los ha invitado a «ser flexibles, superando los rigorismos», y a cultivar «una humanidad dócil que no se encierre». Se ha inspirado para ello en un proverbio local que dice que «el viento no quiebra lo que sabe plegarse». Por eso, «si nos inclinamos ante Dios con humildad él nos hará como él, obreros de la misericordia». Este tipo de personas «no pueden ser quebrantadas» cuando «soplan impetuosos los vientos de conflicto y divisiones».