Si me acompañas, damos un paseo - Alfa y Omega

Un camino estrecho, rodeados de árboles y montañas. Allá al fondo veremos un pueblo pequeño, casi sin luces. Nos acerca a un pesebre frío, un poco a la intemperie, una noche lejos de posadas, siendo así conscientes de cómo se ve la vida desde la pequeñez; para descubrir que, cuando tienes poco, muy poco, te das cuenta de qué es lo verdaderamente importante. Entonces te sientes libre de tanto envoltorio y tantas luces de colores. Y puedes descubrir también esa otra solidaridad y ternura que une a las personas cuando nos sentimos vulnerables y frágiles. Es la Navidad de los débiles, de los pequeños, de los nadapoderosos, de un Niño que nació muy pobre. El Mesías que hecho debilidad trae a mi vida y a la tuya, a nuestra historia, la esperanza como luz para el camino.

Cogiendo el Evangelio, a la luz de la vida, mirando lo hondo, contemplando tu pueblo o ciudad, tengo la sensación de que nos encontraremos con la realidad fragmentada de nuestro propio corazón. Y con la posibilidad de que la luz entre a través de cada fractura. Por donde el dolor se hace más presente y te parece que más roto estás, por esa rendija, quizás entre la luz.

Vivamos en nuestros pequeños pueblos y en nuestras comunidades la profundidad del misterio del Dios hecho niño, así de sorprendente y bonito.

Vivamos la magia de los pequeños, de los niños y sencillos, de los pobres. ¡Es la noche de los sencillos!

Juguemos al escondite con la mula y el buey, con los pastores y los ángeles, con la noche y las estrellas y con el Dios-hecho-niño.

Entonemos villancicos, hagamos sitio en nuestra mesa al vecino, démonos la mano y ¡volvamos a soñar!

Pintemos la vida de notas, el pueblo de alegría y este tiempo de sonrisas y esperanzas.

Danos, Niño Dios, el vuelo de tu mirada. Es tu sonrisa regazo, alegría y abrazo. ¡Nos hace falta la fuerza de tu debilidad, buen Dios nuestro!

(Silencio, que está dormido).

Dios-hecho-niño, este ser que irrumpe donde ninguno espera, elige lo insignificante para colmarlo de sentido. Su fuerza brota del extraño gusto que Dios, nuestro Dios encarnado, muestra hacia todo lo ínfimo. Belén es el eje de sueños, búsquedas, huidas, encuentros, tragedias y salvación.