Es una alegría ver en plena forma a actores de los que vocalizan, santo y seña de nuestro elenco patrio, tales como Antonio Resines, Miguel Rellán o Fiorella Faltoyano. Una alegría mayor en el caso de Resines, que lo ha pasado muy mal con la COVID-19, y al que Movistar + ha sabido esperar, retrasando el estreno de la miniserie, que estaba previsto, en principio, para el mes de febrero. Pero hasta ahí las alegrías, por emotivas que sean, porque los actores son el único e insuficiente reclamo de Sentimos las molestias, una comedia de viejos que no saben envejecer, sin gracia y sin apenas nada interesante que contar. Plana cuando navega en aguas blancas y de cierta vergüenza ajena cuando el color se torna viejo verde.
Resines y Rellán, en el papel de dos Rafas, dan vida a dos amigos músicos muy distintos entre sí –un veterano director de orquesta y una vieja gloria del rock–, que parecieran querer ser una suerte de Quijote y Sancho, pero todo es como muy déjà vu desde la primera escena. Es verdad que va de mal a regular y que, si uno consigue aguantarla hasta el final, la cosa mejora un poco. Se les termina por coger cariño a los abuelos –hay, en verdad, hasta un bisabuelo– y es imposible no rescatar, al menos, unas interpretaciones equilibradas, con su punto de ternura en el fondo de unas vidas que se caen a pedazos, como el techo de alguna de las casas en las que viven. En cualquier caso, demasiado poco para merecer seis capítulos de casi media hora de duración cada uno.
Dirigida por Juan Cavestany y Álvaro Fernández Armero, la propuesta está condenada a pasar sin pena ni gloria. Una gran oportunidad desaprovechada para hablar con valentía de lo que no se habla y salirse de la corrección política para contar con madurez el otoño de la vida. Está bien que sientan las molestias, pero hay que pedirles a los responsables que, por favor, si lo van a volver a hacer así, mejor que no lo vuelvan a hacer.