Varios errores circulan sobre la relación entre evangelización y medios de comunicación. Sirva para corregirlos la descripción de seis de ellos: los tres primeros desde fuera de la Iglesia y los otros tres desde dentro de la Iglesia:
1 «La Iglesia quiere usar al máximo los medios de comunicación para hacer proselitismo». La verdadera evangelización nunca es proselitista, sino que es testimonio y propuesta de un encuentro con alguien, con Jesucristo. El proselitismo mediático en cambio se da sobre todo en la publicidad. En la comercial que no presenta solo productos y servicios, ni siquiera solo marcas, sino que muchas vende también ideologías, y por la asociación de ideas también valores y contravalores. Pero sobre todo en la publicidad política. En cambio, el mensaje evangelizador es siempre, e inexorablemente, conductor de humanismo, no de ideologías.
2 «La comunicación religiosa supone un uso alternativo (cuando no fraudulento) de la comunicación social». ¿De qué le sirve al hombre la comunicación social (desde las señales de humo a las redes sociales) si no es para comunicar algo que interese a todos más allá de sus círculos familiares, sociales y culturales propios, como es su búsqueda de sentido de la vida, de verdad, bondad y belleza supremas, y de Dios? El «id por todo el mundo y predicad el Evangelio» (Mt 16,15) de Jesús toca el corazón mismo del sentido de la comunicación social. No solo los medios no se salen de su cometido cuando evangelizan, sino que cuando lo hacen responden mejor que de ningún otro modo a su característica distintiva.
3 «Hay que separar radicalmente comunicación de la fe e información religiosa». La comunicación social no siempre es informativa pero sí cultural. Siempre ofrece valores o contravalores, experiencias humanas y sociales ejemplarizantes o degradadoras de la dignidad humana, referentes estéticos elevados o denigrantes, así como verdad o falsedad sobre la realidad y sobre el hombre. Y la información siempre supone una percepción ideologizada o desideologizada, esperanzadora o derrotista, profunda o superficial. Claro que son dos géneros mediáticos distintos, pero interrelacionados. Porque toda información tiene algo de cosmovisión religiosa, y toda comunicación religiosa tiene algo de información.
4 «La Iglesia desvirtúa el mensaje cristiano si lo hace a través de los medios». La nostalgia de pasados maquillados y los temores a los cambios sociales y culturales, repercuten en el uso de los medios porque nunca es solo una cuestión de uso, sino una cuestión de inculturación. La Iglesia no tiene miedo a los medios por tres razones: porque cree en un Dios uno y trino que es comunicación en sí mismo, porque cree en un hombre nuevo que aspira a la fraternidad universal para la que necesita una comunicación planetaria, y porque está al servicio de la doble fidelidad de la evangelización: al don de la fe recibido que quiere compartir, y al destinatario de la evangelización, con su lenguaje y su cultura, hoy mediáticos.
5 «La Iglesia deber usar como sea los medios para evangelizar». Como sea no. Solo si lo hace con un mínimo de profesionalidad, para garantizar una válida percepción mediática. Entre hacer un uso de pésima calidad y escasa profesionalidad de los medios y no hacerlo, en un contexto pastoral determinado, es mejor no hacer uso de ellos. Siendo así que –en frase tópica de McLuhan– hoy «el medio es el mensaje», el mensaje que se daría no es el de una Buena Noticia, sino el de una antipática, triste y anticuada noticia.
6 «La Iglesia debe entrar en el espacio mediático en clave de confrontación cultural». No es verdad: El Evangelio es diálogo hasta el extremo entre Dios y los hombres y para los hombres entre sí. El diálogo no es ni siquiera una estrategia, sino una premisa y un fin en sí mismo. Es inculturación y no confrontación con la cultura circundante. Diálogo critico, pero diálogo siempre. Y esto condiciona desde el modelo de los medios propios, a la relación con los profesionales y con los demás medios, pasando por la formación de nuevas generaciones de profesionales y por la evangelización de la cultura mediática. La Iglesia en salida que promueve el Papa Francisco no tiene miedo a los medios, como no lo tiene a la cultura de hoy. Los ve no como medios defensivos en una cultura del desencuentro, sino como valiosos instrumentos para la cultura del encuentro.