Seamus Heaney: una poesía para la trascendencia
El Premio Nobel de Literatura fue un ejemplo de la crisis progresiva del catolicismo irlandés, originada por el predominio identitario o cultural. Pero al final de su vida aseguró que era católico de corazón
La literatura irlandesa contó con grandes escritores en el siglo XX, algunos galardonados con el Premio Nobel, como es el caso del poeta Seamus Heaney, nacido el 13 de abril de 1939. Heaney es un ejemplo de la crisis progresiva del catolicismo irlandés originada por el predominio de un catolicismo identitario o cultural, alejado de una fe de índole personal. En el caso del escritor hay que añadir el conflicto del Ulster, en el que ser católico o protestante no era tanto una cuestión de fe sino de lucha por la vinculación a un Reino Unido protestante o la integración en una República de Irlanda católica. Una lucha secular, marcada por una violencia sectaria entre antipapistas y papistas, con numerosos ejemplos de crueldad y muertes indiscriminadas. La guerra entre los símbolos de la corona británica y del arpa irlandesa.
Heaney era natural de Mossbawn, un pueblo perteneciente al condado de Londonderry, en el Ulster. Asoció su infancia católica a la omnipresencia de una religión de planteamientos rígidos y solo salvaba el recuerdo de su paciente madre con el rezo del rosario y el peso de las tareas domésticas que a menudo le impedían ir a la iglesia los domingos, aunque sí acudía el resto de su familia. Poco después, muchos irlandeses, a uno y otro lado de la frontera, vivieron la década de 1960 como el inicio de una progresiva secularización que los alejó de la religión de sus padres. Para quienes vivían en el Ulster, la fe terminó por identificarse con un sectarismo que apartó del cristianismo a quienes no compartían actitudes extremistas. Por eso, Heaney abandonó su tierra natal en 1972 y se estableció en Sandymouth, cerca de Dublín. Además, un primo suyo, Colum McCartney, fue asesinado por paramilitares protestantes en 1975 a la salida de un partido de fútbol y el escritor le dedicó un poema.
En su discurso de aceptación del Premio Nobel en 1995, el poeta rememoró un hecho que le sobrecogió: en 1976 un autobús, en el que unos trabajadores volvían a casa, fue interceptado por hombres armados y enmascarados que les obligaron a descender. Uno de los terroristas ordenó que salieran del grupo los que fueran católicos. Solo lo hizo uno pues todos los demás eran protestantes. El católico relató después que uno de sus compañeros le había apretado la mano para que no saliera, en señal de que nadie iba a delatarle. Sin embargo, el hombre dio un paso al frente y entonces recibió un empujón de los terroristas para que se hiciera a un lado. Después, ametrallaron al resto de los trabajadores. Los agresores no eran paramilitares protestantes, sino miembros del IRA. Sin embargo, en el discurso de Heaney hubo lugar para la esperanza, porque consideró que siempre puede existir una mano amiga que marca el camino hacia un futuro en el que la paz no se construye con la imposición de la violencia.
Para Heaney, la poesía era una forma de trascendencia y en ella había raíces católicas, a diferencia de la obra de William Butler Yeats, otro gran poeta irlandés galardonado con el Nobel en 1923. En Yeats se exalta el pasado precristiano de los mitos celtas, pero en Heaney siempre quedan rescoldos del cristianismo. Uno de sus poemas está dedicado al monje irlandés del siglo VI san Kevin, fundador del monasterio de Glendalough. Recoge la leyenda del milagro del mirlo, en la que el santo ora con los brazos extendidos y un pájaro construye un nido en su mano y deposita allí los huevos. Para no molestar al mirlo, el monje permanece inmóvil hasta que los polluelos salen del cascarón y echan a volar. Un tema con el que Heaney pone de relieve la unión entre el ser humano y la naturaleza, y la fuerza del sacrificio y de la devoción. Es un poema de 1996, de madurez, en el que el escritor asocia lo divino y lo terrenal.
Al poco tiempo, Heaney tradujo al inglés «Cantar del alma que se huelga de conocer a Dios por fe», un poema de san Juan de la Cruz escrito en una prisión toledana en 1577. En 1999, en una entrevista concedida en México al poeta David Huerta, Heaney llegó a asegurar que era católico de corazón, un catolicismo entendido como una forma de ver y de sentir. Por eso, la poesía de sus últimos años está cada vez más abierta a la trascendencia y esto también se percibe en sus magníficas traducciones, como la del «Canto VI» de la Eneida de Virgilio. El eje central de este canto es la pietas de los romanos, pues Anquises, padre de Eneas, dialoga con su hijo durante la visita de este a los infiernos. Además de honrar a los padres y antepasados, la pietas implica que el poder de Roma debe ser ejercido con moderación y justicia, mostrando clemencia hacia los demás pueblos. Esa pietas, elogiada por Heaney, está próxima al cristianismo.