Santo Domingo de la Calzada, la parroquia que musulmanes y evangélicos sienten como propia - Alfa y Omega

Santo Domingo de la Calzada, la parroquia que musulmanes y evangélicos sienten como propia

Situada en la Cañada Real, se enorgullece de su pastoral evangelizadora con la que compran tiendas de campaña para los drogodependientes

José Calderero de Aldecoa
El exterior de la parroquia
El templo está rodeado de tiendas de campaña. Foto: Agustín Rodríguez.

Santo Domingo de la Calzada se encuentra en un lugar atípico, la Cañada Real, entre cuyas callejuelas no son pocos los que se dedica al trapicheo de drogas; una circunstancia que ha terminado estigmatizando a toda la población. Pero esta zona del sureste de Madrid también está habitada por un nutrido grupo de familias que nada tienen que ver con los estupefacientes y que solo han encontrado allí un lugar humilde en el que levantar su casa. Los moradores de esta categoría, de hecho, son herederos de los primigenios residentes en el lugar. «Cuando acaba la Guerra Civil, mucha gente huye del campo y se viene a Madrid para intentar prosperar. Pero la ciudad está devastada y hace falta reconstruirla. Para ello es clave el yeso y precisamente esta zona es rica en este material. Juntando ambas circunstancias llegamos al nacimiento del barrio y a la construcción de la parroquia, que data de 1953», resume Agustín Rodríguez, el párroco.

Después de siete décadas, la población ha ido evolucionando mucho. «Los primeros pobladores eran mayoritariamente católicos», de ahí la construcción del templo y el hecho de que los números de asistencia al culto dominical fueran más abultados que ahora. Pero en la actualidad, el lugar tiene una creciente población marroquí, «susceptible de ser musulmana», y gitana, «muchos de ellos protestantes». De esta forma, la Misa del domingo a las 10:00 horas —la única— es frecuentada por unos pocos fieles. «Viene un señor que vive justo enfrente y otras dos señoras más, una española y otra colombiana», asegura el cura. «El resto de los que se suman son personas de fuera que, desde su planteamiento cristiano, deciden participar de la vida de la comunidad». De hecho, «tenemos una riqueza abundante de vida religiosa».

Rodríguez con un grupo de fieles a las puertas del templo.
Rodríguez con un grupo de fieles a las puertas del templo. Foto cedida por Agustín Rodríguez.

Pero el ser pocos tiene una ventaja muy evangélica. Por un lado, «tenemos una fuerte identidad comunitaria». Además, «nuestras Eucaristías son muy participativas». Y también «hay un sentido de acogida profundo. Cuando llega alguien nuevo, le podemos dedicar tiempo; él se presenta y rápidamente se convierte en uno más». En otras «más grandes, eso es más difícil».

En estas circunstancias, «toda la pastoral está volcada hacia afuera». Pero, según el sacerdote, «no se trata de hacer una pastoral social; a mí me gusta llamarlo pastoral evangelizadora. Nosotros no ayudamos a la gente, sino que anunciamos el Evangelio», asegura. «Y, ¿cómo lo anunciamos?», se pregunta. «Muchos dicen que ayudando a la gente; y no les falta razón, pero hay que añadir un matiz: ayudamos a la gente sin perder la referencia». De esta forma, «no estamos en la Cañada Real para engrosar las cifras de la Iglesia, sino para servir y dar la vida». Por ejemplo, con los drogodependientes que duermen alrededor del edificio. «Si hace falta, les compramos una nueva tienda de campaña o complementamos la ayuda que la Administración les presta».

Celebración a la que acude la comunidad islámica.
Celebración a la que acude la comunidad islámica. Foto: Agustín Rodríguez.

Otro de los servicios de la iglesia tiene que ver con la dinamización de comunidades —con un papel clave en la defensa de los derechos de los residentes— y como lugar físico de relación en el barrio. Como se observa en una de las fotos que acompaña este artículo, en la parroquia se puede ver una comida fraterna en la que participan los musulmanes después de una actividad cultural. «Para nosotros tienen una dignidad absoluta. Vemos en ellos una imagen de Dios». Un sentimiento que se materializó a la inversa cuando, en 2019, se quemó el templo y parte de los vecinos de esta religión vinieron a llorar y a ayudar ante nuestra puerta. «Para la gente del barrio, confiese la fe que confiese, la parroquia es su parroquia».