El 23 de octubre de 1987, la catedral de Santiago de Compostela fue el escenario elegido para proclamar, en un acto de enorme impulso y proyección internacional, el Camino de Santiago como primer Itinerario Cultural Europeo. Marcelino Oreja, primer español que había sido nombrado secretario general del Consejo de Europa, dio lectura a la Declaración de Santiago de Compostela, que comenzaba señalando que las ideas de libertad y justicia y la confianza en el progreso eran principios que históricamente habían forjado las diferentes culturas que crearon la identidad europea.
37 años después, la nueva Comisión Europea que se acaba de configurar se estrena con el llamado Informe Draghi, que nos alerta de las muchas dificultades, riesgos y peligros que nos acechan; de la pérdida de competitividad frente a los ecosistemas chino, por un lado, y norteamericano, por el otro. Pero nos invita a seguir creyendo en el proyecto europeo y sus ideales, sin abandonar la esencia de nuestra tradición e identidad del humanismo cristiano, de nuestros valores, principios y marcos jurídico-políticos y éticos que nos han proporcionado una prolongada era de estabilidad, progreso y bienestar. Para ello es fundamental promover espacios, como el que han creado la Fundación Pablo VI y el Arzobispado de Santiago a través de la Cátedra de Estudios Europeos Camino de Santiago: Europa pueda seguir aportando dentro del escenario internacional, como nos ha dicho el Papa, su originalidad específica, esbozada en el siglo pasado cuando, desde el crisol de los conflictos mundiales, encendió la chispa de la reconciliación, haciendo posible el sueño de construir el mañana con el enemigo de ayer y de abrir caminos de diálogo. Parafraseando la Declaración de Santiago, recorramos juntos estos caminos para construir una sociedad fundada en la tolerancia, el respeto, la libertad y la solidaridad y abandonemos esos polarizados y esperpénticos experimentos ya sean irenemonterianos o alvisianos, pues de lo contrario se nos acabará la fiesta, pero de verdad.