Santa Faustina Kowalska será memoria libre en el Calendario Romano General - Alfa y Omega

Santa Faustina Kowalska será memoria libre en el Calendario Romano General

En el centenario del nacimiento de san Juan Pablo II, el Papa Francisco ha ordenado que todos los calendarios litúrgicos incluyan la memoria del apóstol de la Divina Misericordia. La homilía del Papa polaco en su canonización se incluye en la liturgia de las horas

Redacción
Foto: CNS

El Papa Francisco ha decidido inscribir a santa Faustina Kowalska, apóstol de la Divina Misericordia, en el Calendario Romano General para celebrar su día como memoria libre. La memoria de santa Faustina será el 5 de octubre, fecha de su muerte.

Esta decisión se ha tomado «acogiendo las peticiones y los deseos tanto de pastores, religiosas y religiosos, como de asociaciones de fieles, y considerando la influencia ejercida por la espiritualidad de santa Faustina en numerosas regiones del mundo». Lo afirma el cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, en el decreto que oficializa la decisión.

Se ha querido además que la noticia se haga pública en el centenario del nacimiento de san Juan Pablo II, que en gran medida fue responsable de difundir fuera de Polonia el mensaje de la Divina Misericordia. Fue él quien canonizó a santa Faustina el 30 de abril del año 2000, y al mismo tiempo instituyó en el Segundo Domingo de Pascua la fiesta de la Divina Misericordia. En una carta hecha pública también con motivo del centenario de san Juan Pablo II, el Papa emérito Benedicto XVI subraya que este atributo divino es la clave de interpretación del pontificado del Santo Padre polaco.

Intensa vida espiritual

De hecho, el texto elegido para el oficio de lecturas en la memoria de santa Faustina corresponde a la homilía de san Juan Pablo II en la canonización de su compatriota. Nacida en Glogowiec en 1905 y fallecida en Cracovia en 1938, santa Faustina se consagró en las Hermanas de la Bienaventurada Virgen María de la Misericordia.

Tuvo «una intensa vida espiritual, rica de dones místicos y de fiel correspondencia a los mismos», explica el decreto de la Congregación para el Culto Divino. En este intercambio con el Señor, «entendió que ninguna miseria humana puede medirse con la inagotable misericordia que brota del corazón de Cristo».

Así se convirtió en «la inspiradora de un movimiento destinado a proclamar e implorar la divina misericordia por todo el mundo». Tras su canonización, su nombre «pronto fue conocido en el mundo entero, promoviendo en todos los miembros del pueblo de Dios, pastores y fieles laicos, la invocación de la Divina Misericordia y su testimonio auténtico en la vida de los creyentes».

Con este decreto, se ordena que la memoria libre de santa Faustina se incluya en todos los calendarios y libros litúrgicos. Remite al común de vírgenes o de religiosos, e incluye una oración colecta, lecturas para la Misa y texto del oficio de lecturas propios, que deberán ser traducidos.

Texto para el oficio de lecturas de santa Faustina

De la homilía de san Juan Pablo II en su canonización

Hoy es verdaderamente grande mi alegría al proponer a toda la Iglesia, como don de Dios a nuestro tiempo, la vida y el testimonio de sor Faustina Kowalska. La divina Providencia unió completamente la vida de esta humilde hija de Polonia a la historia del siglo XX, el siglo que acaba de terminar. En efecto, entre la primera y la segunda guerra mundial, Cristo le confió su mensaje de misericordia. Quienes recuerdan, quienes fueron testigos y participaron en los hechos de aquellos años y en los horribles sufrimientos que produjeron a millones de hombres, saben bien cuán necesario era el mensaje de la misericordia.

Jesús dijo a sor Faustina: «La humanidad no encontrará paz hasta que no se dirija con confianza a la misericordia divina» (Diario, p. 132). A través de la obra de la religiosa polaca, este mensaje se ha vinculado para siempre al siglo XX, último del segundo milenio y puente hacia el tercero. No es un mensaje nuevo, pero se puede considerar un don de iluminación especial, que nos ayuda a revivir más intensamente el evangelio de la Pascua, para ofrecerlo como un rayo de luz a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

¿Qué nos depararán los próximos años? ¿Cómo será el futuro del hombre en la tierra? No podemos saberlo. Sin embargo, es cierto que, además de los nuevos progresos, no faltarán, por desgracia, experiencias dolorosas. Pero la luz de la misericordia divina, que el Señor quiso volver a entregar al mundo mediante el carisma de sor Faustina, iluminará el camino de los hombres del tercer milenio.

Pero, como sucedió con los Apóstoles, es necesario que también la humanidad de hoy acoja en el cenáculo de la historia a Cristo resucitado, que muestra las heridas de su crucifixión y repite: «Paz a vosotros». Es preciso que la humanidad se deje penetrar e impregnar por el Espíritu que Cristo resucitado le infunde. El Espíritu sana las heridas de nuestro corazón, derriba las barreras que nos separan de Dios y nos desunen entre nosotros, y nos devuelve la alegría del amor del Padre y la de la unidad fraterna.

Así pues, es importante que acojamos íntegramente el mensaje que nos transmite la palabra de Dios en este segundo domingo de Pascua, que a partir de ahora en toda la Iglesia se designará con el nombre de «domingo de la Misericordia divina». A través de las diversas lecturas, la liturgia parece trazar el camino de la misericordia que, a la vez que reconstruye la relación de cada uno con Dios, suscita también entre los hombres nuevas relaciones de solidaridad fraterna. Cristo nos enseñó que «el hombre no sólo recibe y experimenta la misericordia de Dios, sino que está llamado a «usar misericordia» con los demás: «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (Mt 5, 7)» (Dives in misericordia, 14). Y nos señaló, además, los múltiples caminos de la misericordia, que no sólo perdona los pecados, sino que también sale al encuentro de todas las necesidades de los hombres. Jesús se inclinó sobre todas las miserias humanas, tanto materiales como espirituales.

Su mensaje de misericordia sigue llegándonos a través del gesto de sus manos tendidas hacia el hombre que sufre. Así lo vio y lo anunció a los hombres de todos los continentes sor Faustina, que, escondida en su convento de Lagiewniki, en Cracovia, hizo de su existencia un canto a la misericordia: «Misericordias Domini in aeternum cantabo».