San Pedro tiene su propia cantera artística
Un total de 20 estudiantes se forman en la Fábrica de San Pedro, el taller profesional más antiguo del mundo, que se encarga del mantenimiento y la conservación de la basílica vaticana
Todo ocurrió en cuestión de segundos. Un turista enfurecido sacó de su bolsillo un martillo de acero y comenzó a golpear la nuca y el rostro de La Piedad que Miguel Ángel Buonarroti esculpió con tan solo 24 años. Una brutalidad inaudita con la que hizo añicos un ojo y la nariz de la Virgen María. Desde entonces, esta escultura suprema está protegida por un cristal blindado. Su restauración fue uno de los trabajos más loables que ha llevado a cabo la Fábrica de San Pedro, el taller que se ocupa de la decoración, conservación y manutención ordinaria de la basílica donde está enterrado el primer Papa. Era el año 1972, pero los orígenes de este oficio de artesanos se remontan al siglo XVI, cuando el Pontífice Julio II decidió derribar la basílica de Constantino y erigir una nueva. Antes y ahora, el trabajo de los gremios específicos en la basílica, cuya superficie ocupa 2,3 hectáreas, es titánico. Solo el baldaquino de Bernini es tan grande como un edificio de diez plantas.
1523: Clemente VII instituye la Fábrica de San Pedro para supervisar las obras de la basílica vaticana.
1589: La presidencia de la Fábrica recayó en el arcipreste de la basílica.
1981: Juan Pablo II estableció que la Fábrica siguiera ocupándose de la basílica.
2020: El Papa Francisco interviene la Fábrica por irregularidades.
2023: Se inaugura el año académico de la nueva Escuela de Artes y Oficios.
Para sanar las exigencias técnicas del templo que custodia la tumba del apóstol —crucificado boca abajo por orden de Nerón—, la Fábrica instituyó hace 250 años el Estudio Pontificio de las Artes: una escuela técnica gratuita para que los hijos sin recursos de los artesanos de Roma —que no podían permitirse el acceso a las grandes academias— aprendieran los antiguos oficios de albañil, cantero, carpintero, yesero, herrero, marmolista o decorador. «Desde hace siglos a estos expertos se les llama san pietrini. Hoy son 80. Hemos visto la necesidad de ofrecerles nuevas técnicas, nuevos equipos para poder realmente hacer un trabajo de mantenimiento serio, profundo y duradero en todas estas superficies de la basílica», asegura Flaviano Antonio Vitali, responsable de la oficina técnica de la Fábrica de San Pedro. Por ejemplo, para llegar a las bóvedas o a las cornisas del techo, que están a 133 metros de altura. «En el pasado se usaban cuerdas y poleas, lo que suponía un riesgo. Ahora tenemos que respetar plenamente los criterios de seguridad».
En sus entrañas, este organismo atesora un ingente archivo de documentos, pergaminos de piel de cabra u oveja, entre los que se encuentra un bosquejo con la firma de Miguel Ángel o la lista de precios que impuso Bernini para cada ornamento. Esta memoria documental da cuenta de que también había mujeres trabajando el vidrio, lustrando el metal, horneando ladrillos o cortando el lapislázuli. La archivista del Vaticano Assunta Di Sante explica que la Fábrica de San Pedro «se anticipó a la modernidad tanto en el campo de la edilicia como en el de la política social y laboral; sus trabajadores eran los mejores pagados en toda Europa». Las nuevas generaciones podrán recoger a partir de ahora el testigo de esos obreros desconocidos y silenciosos del taller más antiguo del mundo.
El Vaticano inauguró el pasado miércoles el año académico de la nueva Escuela de Artes y Oficios. «El objetivo es transmitir de generación en generación el conocimiento práctico y las habilidades necesarias para la conservación de la gran iglesia, que se perdería de otra manera», asegura el secretario general de la Fundación Fratelli Tutti, Francesco Ochetta, uno de sus principales impulsores. «Aprenderán a cortar el mármol y a arreglarlo, pero también a conservar las pinturas doblando la madera. Es una técnica casi secreta que solo nuestros carpinteros saben realizar y con la que conseguimos proteger las obras del paso del tiempo. Tiene una metodología muy precisa y se realiza en una sala con una temperatura determinada», revela.
El curso piloto arrancó con 20 estudiantes —doce chicos y ocho chicas— procedentes de Italia, Perú, Alemania y Bielorrusia, que se sumergirán en los oficios centenarios para la conservación y reparación de la basílica de San Pedro. Al final, contarán con un certificado de competencias adquiridas.