Salvador Aguilera, testigo privilegiado del adiós del Vaticano al Papa: «Fue precioso»
El liturgista español estuvo presente en el momento en el que el cuerpo de Francisco entró en San Pedro y se empezó a invocar a los santos para que rogaran por él: Es decir, «la Iglesia militante orando a la Iglesia triunfante y el Papa, en medio, de camino entre unos y otros»
Salvador Aguilera llegó a Roma en febrero de 2012 para realizar la licenciatura en Liturgias Orientales en el Pontificio Instituto Oriental. Pero un año después, el cardenal Antonio Cañizares le fichó para la entonces Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, hoy reconvertida en dicasterio. Allí lleva, desde 2013, los mismos años que Bergoglio ha pasado de Pontífice. «A él lo eligieron en marzo y yo estoy aquí desde octubre», explica en conversación con Alfa y Omega.
La coincidencia en el número de años ha provocado que el sacerdote rondeño -incardinado en la archidiócesis de Toledo- haya sentido de forma especial la muerte del Papa, la cual le pilló en su Ronda natal. «En el Vaticano el lunes y martes de Pascua son fiesta»; dos días libres a los que en esta ocasión había que sumarle un tercero porque el miércoles era el santo de Bergoglio y también nos dieron vacaciones».
El presbítero se enteró del fallecimiento visitando el colegio en el que estudió de pequeño. «Empecé a recibir mensajes y llamadas. Al principio pensé que se trataba de una noticia no contrastada, así que hice una llamada para asegurarme». Cuando Aguilera recibió la confirmación definitiva, se encontraba precisamente con algunos alumnos de la clase de Religión. «Yo mismo les di la noticia y todos juntos rezamos un padrenuestro y un avemaría», confiesa.
Pocas horas después de concluir la visita, el sacerdote regresó al Vaticano. «Tenía previsto volver más tarde, pero decidí adelantar el viaje», indica. Nada más llegar a Roma, Salvador Aguilera se fue directo a Santa Marta a velar el cuerpo del Pontífice. «Vivo muy cerquita de allí y pude estar cerca de una hora rezando». Incluso pudo participar en el rosario que se rezó a las 21:30 horas por el alma de Bergoglio. Al concluir, se marchó a casa.
Unas horas después el presbítero retornó a Santa Marta, esta vez para participar en el traslado del cuerpo desde la capilla hasta la basílica de San Pedro, a donde los fieles están acudiendo en masa para darle un último adiós. El féretro fue depositado ante el baldaquino de Bernini, frente al altar de la confesión, justo encima de la cripta donde reposan los restos del primer Papa.
De entre todo lo vivido estos días, al rondeño se le han quedado grabadas dos imágenes. La primera fue en la capilla de Santa Marta. «Allí coincidí con Juan, el sacerdote al que hemos visto estos días empujar la silla de ruedas del Papa. La verdad es que estaba muy afectado y todo el que entraba le mostraba su afecto de alguna forma», revela Aguilera, que como liturgista señala un segundo momento impactante del que ha sido testigo privilegiado. «Cuando la comitiva fúnebre entró en la basílica de San Pedro, empezamos a invocar a los santos y a pedirles que rogaran por él». Es decir, «la Iglesia militante orando a la Iglesia triunfante y el Papa, en medio, de camino entre unos y otros. Fue precioso».
Más allá de estos dos momentos, que podrían ser tildados de históricos, el sacerdote también tiene grabado a fuego «el día en el que el Papa me recibió junto a toda mi familia». Ocurrió el año pasado, cuando coincidió la defensa de su tesis doctoral con su cumpleaños. «Le escribí una nota manuscrita para preguntarle si nos podía conceder audiencia. A los pocos días me llamó, pero no le pude contestar y me dejó un mensaje en el buzón, que está grabado, en el que decía: “Padre Salvador. Soy el Papa Francisco. Pueden venir todos, no hay problema con el número de asistentes. Les recibo el domingo por la mañana. Muchas gracias”».
La reunión transcurrió en un ambiente de gran familiaridad. «Nos dedicó un buen rato, sin prisa. Entró solo en la sala y se marchó solo, sin personal de seguridad. Nos estuvo preguntando por distintas cosas y dándonos consejos», concluye Salvador, que por este y otras muchas anécdotas cree que «Francisco ha sido el Papa de los pequeños detalles. Era una persona que pasaba por una estancia, veía una imagen de la Virgen, se detenía, depositaba un beso y seguía su camino ante la sorpresa de todos los que habían contemplado la escena».