Tras el encuentro entre Jesús y el joven rico, el maestro hace unas afirmaciones que sorprenden a los discípulos, lo que provocó que Pedro preguntase: «Entonces, ¿quién se puede salvar?» (Lc 18, 18-27).
Si hoy hiciéramos esta misma pregunta, ¿qué respondería la gente encuestada? Me imagino que dirían algo así: «Salvarse, ¿de qué? ¿de la pandemia, de la crisis económica, del paro, de la guerra…?».
Es indudable que vivimos en un mundo secularizado, sin referencia trascendente, que considera que se basta a sí mismo para salvarse de cualquier cosa, problema y situación que le pueda sobrevenir, como afirmó el escritor Yuval Noah Harari, icono de la posmodernidad y autor de grandes éxitos como Sapiens u Homo Deus, en un artículo publicado en El Confidencial (26-04-2020): «No necesitamos esperar la segunda venida de Cristo para vencer a la muerte. Un par de científicos en un laboratorio pueden hacerlo».
Además, vivimos en una sociedad plural en la que nos encontramos ante un mercado de propuestas, religiosas o no, en el que el cristianismo es una más, y donde, como afirma Ángel Cordovilla, profesor en la Universidad Pontificia Comillas y autor de este libro, «[…] en las nuevas formas de religión de la Modernidad se ha producido un proceso de privatización y de secularización de la salvación». Entonces, ¿cómo proponer la salvación que presenta el cristianismo como verdadera ante otras o junto a otras?
A lo largo de estas páginas hay frecuentes alusiones a la cuestión planteada por san Anselmo en el siglo XI: Cur Deus homo. Una pregunta que, como muy acertadamente pone de manifiesto, ha perdido actualidad y se ha vuelto problemática, tanto para la teología como para la transmisión del mensaje revelado. Y, sin embargo, todo lo que en este libro se explica «[…] tiene que ver con la esencia del cristianismo, que halla su origen y fundamento en la persona de Jesucristo».
Es cierto que la pregunta sobre Dios en general y sobre la salvación en particular interesa muy poco o nada, pero no podemos olvidar que el ser humano, como creatura que es, tiene inscrita en su corazón una sed de eternidad y felicidad que nada ni nadie finito puede saciar, ni tampoco nos la podemos dar a nosotros mismos, por mucho que nos empeñemos o que la ciencia lo intente una y otra vez.
Se podrían destacar muchos de los puntos tratados en este libro, pero me atrevo a señalar solo dos que pueden resumir todos. El primero, que Ángel Cordovilla no tiene miedo a hacerse preguntas fundamentales que están presentes en la cultura contemporánea. El segundo, que propone argumentos que nos pueden ayudar a una mejor comprensión de lo que es el cristianismo y, por tanto, a profundizar en aquello que creemos para dar testimonio de nuestra fe.
La pregunta que Pedro hacía a Jesús está íntimamente relacionada con otra que hoy, más que nunca, está en la mente de muchos: ¿Qué podemos esperar? Benedicto XVI quiso responder a esta pregunta en Spe salvi. Al tiempo que reconocía todo lo que la ciencia puede aportar, también advertía de su peligro y hacía una crítica a una forma de entender el cristianismo excesivamente individualista. Y aseguraba: «El hombre es redimido por el amor […]. Cuando uno experimenta un gran amor en su vida, se trata de un momento de “redención” que da un nuevo sentido a su existencia […]. Si existe este amor absoluto con su certeza absoluta, entonces –solo entonces– el hombre es “redimido”, suceda lo que suceda en su caso particular. Esto es lo que se ha de entender cuando decimos que Jesucristo nos ha “redimido”» (Spe salvi, 26).
Ángel Cordovilla
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