«Sa je pa wè, kè a pa tounen» - Alfa y Omega

He vivido unas semanas distintas en España con Manos Unidas, participando en la Campaña contra el Hambre. Se me ha regalado la oportunidad de traer la Iglesia de allí, aquí; de poder compartir en numerosos espacios, con gente muy distinta, mi pequeña experiencia en Haití.

Ha sido un tiempo bonito de encuentro con personas concretas, que ha dado lugar a mucho más que a una simple exposición descarnada. Ha habido acogida, escucha, cariño… Y, aunque se diga que «nadie es profeta en su tierra» —y en ningún momento lo he pretendido—, sí que me ha emocionado mucho experimentar que mis palabras podían ser un medio para que Dios hablara en y a mi Sevilla natal.

«Sa je pa wè, kè a pa tounen», es lo que dice este proverbio en kreyol (criollo), la lengua que habla el pueblo haitiano. «Lo que no ven los ojos, no mueve el corazón». Esto he ido repitiendo en cada momento de encuentro, invitando a cada alumno en los colegios que hemos visitado, a los grupos de las parroquias, e incluso a quienes se encontraban detrás de un micrófono o una cámara de televisión. Ver más allá de lo que tenemos cerca. Ver el dolor, la esperanza, las ganas de vivir… Para que nos mueva en nuestra vida a un compromiso, desde donde estamos, en lo cotidiano, con los excluidos.

Lo que no me imaginaba es que Dios también iba a mover mi corazón al ver a tantas personas deseosas de implicarse, e incluso complicarse, con Haití y con otras muchas realidades sufrientes. En este comienzo de Cuaresma siento que he empezado a convertirme, a volverme a Dios, el Dios todo misericordia, que mueve los corazones para hacer de este mundo más Reino.