Ruth Conde: «En Gaza no entran pomadas para los bebés porque tienen glicerina» - Alfa y Omega

Ruth Conde: «En Gaza no entran pomadas para los bebés porque tienen glicerina»

Esta enfermera pediátrica española acaba de regresar de su tercera rotación en la Franja de Gaza como personal de Médicos Sin Fronteras

Cristina Sánchez Aguilar
Ruth Conde
Gallega de 43 años, ha viajado en tres ocasiones hasta la Franja de Gaza durante ocho semanas cada vez. Foto: Médicos Sin Fronteras.

—Acaba de regresar de su tercera rotación en Gaza. ¿Por qué ha vuelto a un lugar donde, como usted dijo precisamente en el Congreso de los Diputados, «nunca había sentido este dolor»?
—El por qué está súper claro: por saber que estamos haciendo lo correcto en el sitio correcto. Y los que podemos hacerlo en contextos así, tenemos esa responsabilidad. Luego volvemos a casa con la sensación de que no es suficiente, porque no somos capaces de cubrir todas las necesidades, pero pesa el bien.

—¿La destrucción en estas tres visitas ha ido cambiado el paisaje?
—La primera vez, justo después del 7 de octubre, Rafah todavía estaba marcada como zona humanitaria y aún existía: había edificios, estructuras dañadas pero parcialmente funcionantes que nos permitían tener un espacio. En la segunda rotación Rafah ya no existía. Fue muy chocante no ser capaz de reconocer sitios en los que había estado antes; también ir a la ciudad de Gaza y ser testigo de un nivel de destrucción incluso mayor que en Rafah es increíble. Están haciendo demoliciones sobre lo demolido. Todavía hay explosiones y ataques dentro de la zona verde o blanca, en las que hay población. De hecho, en esta última ocasión hubo un ataque con dron a menos de 200 metros de nuestra casa y estábamos en el centro de la ciudad de Gaza.

En el Congreso

En junio de 2024, tras su segunda rotación en Gaza, Conde intervino en el Congreso de los Diputados para narrar su experiencia. «Sabemos con certeza que el silencio mata; por primera vez he sentido que nohay ningún derecho o ley que me proteja ni a mí ni a mis compañeros; ni lo más importante, a nuestros pacientes. Al no respetar las normas más básicas y elementales de cuidado y protección de la población civil, estamos creando un precedente aterrador para las guerras de ahora y para las guerras del futuro», aseguró.

—El personal gazatí va a trabajar a diario a pesar de vivir en tiendas de campaña, atendiendo heridos sin poder atender sus propios duelos.
—Es parte del proceso de destrucción. No solo la de los edificios y estructuras, sino la de la esperanza. Más del 90 % del personal de MSF es gazatí y tenemos la oportunidad de pasar tiempo con ellos y escuchar sus historias. Hay gente que tiene la estrategia de evitación: «¿Qué hago si no trabajo, me voy a una tienda a pensar y a dar vueltas?». Hay muchos compañeros que se han roto emocionalmente y forma parte de nuestra responsabilidad cuidar de ellos. Hay una destrucción de un sistema, pero al mismo tiempo se ha destruido una estructura social y vamos a encontrar una generación que tendrá un impacto emocional a muchos años vista; niños que se han rodeado de violencia y destrucción. Esto va a tardar en reconstruirse mucho más que un hospital.

—En su tercera rotación coincidió con el alto el fuego.
—No fue real. Han continuado los ataques de forma sistemática y han muerto más de 300 personas; dos niños al día. Además, el alto el fuego implica no solo no lanzar bombas, sino la entrada de ayuda humanitaria, y eso sigue sin pasar; hay camiones que llevan esperando meses y no han podido entrar en Gaza. O que la gente vuelva a tener acceso a agua potable. O que, con la lluvia y el frío, se puedan tener tiendas, acceso a ropa de invierno y sistemas de calefacción.

—Cuenta que faltan las cosas más básicas: hasta pomadas para los bebés. Esto está dentro de la prohibición de Israel porque consideran que se les puede dar un uso diferente.
—Por contener glicerina. No hay pomadas para los niños. Tampoco lonas, concentradoras de oxígeno, máquinas de anestesia… El número de camiones que se permite entrar no cubre las necesidades y además, mucha de la comida que llega es fast food y no cubre la necesidad alimentaria de la población.

—Atiende partos. Me surge la pregunta de cómo, en esas circunstancias extremas, las mujeres siguen dando vida.
—Es un acto de revolución y de valentía. Y de esperanza. El primer alto el fuego se firmó a finales de enero y ahora, durante esta tercera rotación, nos coincidió un pico de partos, nueve meses después.

Ruth Conde
Foto: Médicos Sin Fronteras.

—Hay más de 16.000 personas pendientes de evacuación médica y desde el alto el fuego apenas 200 pacientes han salido y han muerto 900 personas.
—Pacientes de diálisis, oncológicos, y muchos que dependen de segundas cirugías porque no hay material dentro de Gaza. Hay que garantizar no solo la evacuación, sino que haya países que absorban sus necesidades de forma temprana.

—¿Qué les decimos a los niños?
—No hay nada que pueda suponer un consuelo. Es más es el hecho de estar. Lo que hacemos es crear espacios lo más confortables que podamos y facilitar que las mujeres puedan dar a luz en un sitio seguro. Hemos abierto un punto médico e hicimos una evaluación del tipo de población; preguntamos a muchos perfiles y recuerdo una mujer con una niña de 4 o 5 añitos. Su primera necesidad era que su hija había crecido desde el verano y no tenía zapatos, algo tan sencillo… Otra cuestión importante es que hay decenas de mujeres que no consiguen llegar al hospital porque se ponen de parto de noche o durante el trayecto, ya que no hay gasolina ni coches disponibles. Y paren en un lugar oscuro, frío, con lluvia, sin luz y asistidas por sus parejas, madres o hermanas.