¿Qué es lo que hace que una familia completa se aventure a cruzar a Estados Unidos por el Río Bravo? Alguna razón poderosa debe de tener para asumir un riesgo tan grande. Todos conocen la cantidad de vidas que el río fronterizo se cobra cada año, pero no se detienen.
Me decía un padre de familia detenido en el Processing Center que, cuando no tienes nada que perder, te arriesgas a cualquier cosa por ver crecer a tus hijos con una mínima calidad de vida. Todos creen que, después de tanto sufrimiento, les concederán asilo. Oír sus historias te enternece. Y no me atrevo a decirles que las condiciones de asilo han cambiado, que ya no basta con ser amenazado por los carteles de la droga o las maras, que para quedarse deben de tener una historia creíble de persecución política…
El mensaje del Gobierno es claro y duro: o frenan las caravanas de inmigrantes centroamericanos, o Estados Unidos suspenderá la ayuda a esos países.
Siempre he creído, por mi experiencia en Sierra Leona, que la inmigración se frena haciendo lo contrario: ayudando al desarrollo económico de los países más empobrecidos para que sus gentes puedan tener acceso a la educación y a la salud. Nadie, en su sano juicio, se juega la vida por nada. Todos aman apasionadamente su tierra, como nosotros amamos la nuestra. Y su cultura.
Cada vez nos es más difícil el ponernos en el lugar del otro. Para practicar la empatía se requiere cierta dosis de compasión y de generosidad. Quizás el haber sufrido y llorado antes sea imprescindible para entender las lágrimas del otro. Un mecanismo de defensa muy socorrido es el pensar que el mensaje del Gobierno es cierto: que recibir al extranjero pone en peligro mi comodidad, mi seguridad, mi trabajo, mi familia… Y mientras calculamos la altura que debe de tener el muro para sentirnos seguros, en el centro de El Paso, en grupos de diez o doce, van saliendo lo migrantes por las alcantarillas y corren entre los coches para mezclarse con los transeúntes. Dicen que en Juárez la entrada está por la zona de Anatra. Y que en 48 horas más de 3.500 inmigrantes lograron entrar a El Paso por distintos puntos.
Las patrullas fronterizas han cerrado las garitas donde controlaban el paso al interior del país, porque no dan abasto para atender los puentes fronterizos y el río.
Hay quien piensa que todo lo que sucede está perfectamente planeado para que influya en las elecciones presidenciales del 2020. No me cabe en la cabeza que se juegue con el dolor ajeno para conseguir un beneficio personal.
En fin, nosotros, como Iglesia, hacemos lo que podemos, que no es poco. Y eso significa que seguimos acogiendo al forastero y dando de comer al hambriento. Y que el dolor del hermano nos sigue importando, porque el pecado más grande es la indiferencia. Y, como decía san Juan de la Cruz, al atardecer de la vida nos examinarán del amor.