Revelaciones del postulador de la Causa del Papa Pacelli: Pío XII quería un Concilio - Alfa y Omega

Revelaciones del postulador de la Causa del Papa Pacelli: Pío XII quería un Concilio

En el día de su 90 cumpleaños, el sacerdote jesuita padre Peter Gumpel, que fue relator de la Causa de canonización del Papa Pacelli, habla de los silencios de Pío XII sobre la persecución a los judíos, y explica que contaba con que un Concilio durara varios años

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El Papa Pío XII, al concluir un acto en la basílica de San Pedro, del Vaticano.

Se habla del silencio de Pío XII ante el Holocausto, un Papa que parece dividir a la opinión pública, sobre todo al mundo judío.
La situación es mucho más compleja. La mayoría de los judíos ortodoxos y practicantes no están en contra de la beatificación del Papa Pacelli. Las críticas provienen, en su mayoría, de personas que no vivieron aquellos años y se han forjado una idea muy particular de su pontificado. He conocido el nazismo y he experimentado en primera persona la crueldad de aquel régimen. Mi madre fue encarcelada y mi abuelo fue asesinado por los nazis. Sin la famosa prudencia de Pacelli, no se habrían salvado tantas vidas de judíos en particular. Se habla de más de 100 mil personas. Basta pensar en lo que pasó después de la protesta de los obispos holandeses por las persecuciones antisemitas: 40 mil judíos asesinados. Y no olvidemos que Pío XII generalmente intervenía donde su acción podría dar frutos reales, y que utilizó su fortuna personal para ayudar a judíos perseguidos.

Me vienen a menudo a la mente las misiones no oficiales entre 1943 y 1944 asignadas a su fiel sor Pascalina Lehnert. Considere cuanto hizo Pacelli antes de la deportación de los judíos de Roma. O el hecho de que Pío XII se declarara dispuesto a recuperar el oro que se entregaría al entonces gran rabino de Roma, Israel Zolli. O la protesta que hizo al embajador alemán en 1943… En 2009 se encontró una nota de noviembre de 1943, en la que Pacelli «exigía y ordenaba» a las monjas agustinas de los Quattro Coronati de Roma, acoger a los judíos perseguidos. Tantos ejemplos de caridad oculta y silenciosa pero eficaz del Pastor Angelicus, de los que nunca se habla.

Un Pontífice al que usted pudo conocer en persona…
Tuve el privilegio de conocerlo, cuando yo era un joven profesor en el Colegio Germánico en Roma. Cada encuentro me permitía experimentar la amabilidad y la capacidad de escucha del Pontífice. El pueblo nos habla de un Pío XII hierático y frío. Sin embargo, era un hombre con el que te sentías cómodo y, cuando pronunciaba un discurso, quería estar siempre seguro de que las fuentes bibliográficas que utilizaba fueran fiables; en esto, era muy meticuloso. Quería agradecer en persona los libros que le habían facilitado. Más de una vez traté de arrodillarme en las audiencias privadas, como se acostumbraba entonces, y él me lo impedía: le bastaba con un saludo normal. Me impresionaba que, cada vez que terminaba la entrevista, me quería acompañar hasta la puerta de su estudio. Era un hombre que veía todo a la luz de la fe y de la eternidad.

A menudo ha afirmado usted que Pío XII fue un precursor del Concilio Vaticano II. ¿Por qué?
Se encargó de los estudios, entre 1949 y 1952, sobre la posibilidad de reanudar lo que quedó inconcluso en el Concilio Vaticano I. Como había superado el límite de los 75 años y enfermó en 1954, no se sentía capaz de dirigir un acontecimiento tan importante. A diferencia de su sucesor, Juan XXIII, quien estaba convencido de que, en 6 ó 7 semanas, se habría realizado un Concilio, Pacelli consideró que serían necesarios años. Si se mira, incluso hoy, el volumen de su magisterio, nos damos cuenta de cómo intervino sobre las cuestiones de máxima actualidad relativas al campo moral, litúrgico, de los estudios bíblicos y de la vida del hombre.

Uno de sus más íntimas esperanzas es poder ver un día a Pío XII venerado entre los santos.
Sé que esto sucederá tarde o temprano, tal vez en veinte años o aún más. Sé que en algún momento Dios interviene en estos asuntos. Estoy convencido de que Pío XII merece la santificación no menos que otros pontífices canonizados. Se redescubre en torno a su figura, aparentemente lejana, un culto, una veneración… Estoy convencido, y no tiene ninguna importancia si estaré vivo para entonces, de que Pío XII será declarado santo.

Filippo Rizzi
Traducción: María Pazos Carretero