Responsable de ACN para Nigeria: «La Iglesia es capaz de romper la espiral de violencia»

Responsable de ACN para Nigeria: «La Iglesia es capaz de romper la espiral de violencia»

La masacre de Navidad en Pankshin (Nigeria), donde fueron asesinadas al menos 170 personas, ha subrayado la gran actualidad de la campaña de Ayuda a la Iglesia Necesitada a favor de los cristianos perseguidos en este país. Kinga von Schierstaedt, responsable de proyectos de la fundación pontificia para el país, explica que «hay informes de vínculos entre delincuentes armados y grupos terroristas islamistas» y que los cristianos no esperan soluciones de la clase política

María Martínez López
Responsable de ACN entrevista a un sacerdote en un seminario de Nigeria
Kinga von Schierstaedt visita un seminario en Nigeria. Foto cedida por Kinga von Schierstaedt.

El noreste de Nigeria lleva ya muchos años sufriendo la violencia de Boko Haram. ¿Cómo ha evolucionado la situación?
En esa parte del país los militantes de Boko Haram y del Estado Islámico del África Occidental (ISWAP por sus siglas en inglés) protagonizan la violencia desde hace casi 15 años. Sin embargo en Maiduguri, donde se creó Boko Haram, la situación se ha vuelto menos tensa en los últimos dos o tres años por el descenso de los ataques y las muertes. Buena parte de la gente, aunque no toda, ha podido regresar a sus tierras y la ciudad de Maiduguri está segura. Pero todavía hay lugares en las zonas rurales donde no es así en absoluto.

Según el Gobierno, entre 80.000 y 85.000 miembros de Boko Haram se han arrepentido (incluidos esposas y niños) y entregado las armas. Viven en tres campamentos especiales. El desarme lo implementó el Gobierno anterior, pero aún hoy siguen rindiéndose. Sin embargo, algunas organizaciones presentes en el noreste piensan que los que han salido pueden representar solo un tercio de los miembros; no hay cifras oficiales. A ello se suma que las campañas militares han desplazado a los combatientes a algunos puntos a orillas del lago Chad (donde actúa más el ISWAP), el corazón del bosque de Sambisa (donde actúa más Boko Haram) y a algunas aldeas.

Al mismo tiempo, se están produciendo violencia y secuestros en gran parte del país, con casos tan terribles como la masacre de Navidad en Pankshin, donde al menos 170 cristianos fueron asesinados entre el 23 y el 26 de diciembre. ¿Es un fenómeno que llega desde el noreste o se debe a otros factores?
Aunque en los últimos siete años los secuestros han aumentado de forma extrema en todo el país, la mayor concentración se da en el noroeste y el norte. Los rescates que obtienen por ellos, algunos enormes, se han convertido en una forma de negocio para las bandas criminales; una forma fácil y cómoda de ganar dinero. No siempre es fácil determinar la razón exacta de un secuestro, si es obra de islamistas o de grupos armados por intereses políticos o económicos.

Uno puede sentirse tentado de decir que la mayor parte de los casos del norte —donde los cristianos son perseguidos— tienen motivación religiosa mientras que en el cinturón central, con sus conflictos tribales, las causas son más políticas o culturales y, en el sur, puramente criminales. Pero sería demasiado fácil y no reflejaría la realidad. Hay informes de vínculos entre delincuentes armados y grupos terroristas islamistas por razones económicas.

La violencia en Maiduguri no es la misma que en el resto del país, pero hay similitudes. Uno de nuestros socios allí nos decía que también atraviesan una «lucha institucional», en el sentido de que la política del Gobierno fortalece la exclusión, la discriminación y la persecución contra los cristianos. Por otro lado, en 2022 los islamistas expandieron su zona de operaciones hacia el sur, aumentando su actividad cerca de la capital federal, Abuja, y del estado de Niger. Además, un grupo islamista llamado Ansaru, que se escindió de Boko Haram en 2012, ha estado activo en los alrededores de Abuja.

¿Cómo se ha llegado a esto cuando en 2017, bajo el presidente Buhari, Boko Haram estuvo a punto de ser derrotado?
Nuestros socios nos explican que esta realidad tan dramática es el resultado de muchos factores diferentes: económicos como la alta inflación; ambientales, que llevan al choque de pastores y agricultores, y políticos, con la elevada tensión antes de las elecciones presidenciales del año pasado. Esto lleva a un elevado grado de frustración entre los civiles, algunos de ellos sin formación, que junto con unas condiciones de vida muy pobres hacen que sea fácil que los terroristas y los grupos criminales recluten a la gente. Otra razón que citan con frecuencia es el fracaso del Gobierno a la hora de abordar esta situación. Según algunas fuentes cristianas, se debe sobre todo a la corrupción y la falta de voluntad o la apatía de los políticos por poner fin al conflicto. No confían en las autoridades políticas ni creen que se pueda esperar que venga de ellos ninguna mejora.

¿Qué impacto tiene lo que ocurre en Nigeria en la región y en el resto de África?
Esta es la nación más poblada de África, con más de 200 millones de personas, por lo que tiene un papel importante. Además, representa una población dividida de forma bastante exacta entre el 50 % de musulmanes y el 50 % de cristianos. El impacto de los conflictos religiosos allí puede contribuir fácilmente a polarizar otros.

Además del impacto directo en personas muertas o heridas, ¿de qué otras formas influye la violencia en el día a día de la Iglesia local?
Tiene un impacto enorme en el día a día; también en el de la Iglesia. La Iglesia y su personal sufren lo mismo que el resto, y en muchos casos incluso son el primer objetivo. Por otro lado, la Iglesia católica intenta hacerse presente allí «donde Dios llora» y secar las lágrimas de los que sufren. Cuando pregunté a un obispo en una zona con mucha violencia y secuestros si no era peligroso que sus sacerdotes vivieran en esas zonas tan remotas, me dijo: «Si nuestros feligreses se quedan en las aldeas, ¿cómo podemos pedir a los sacerdotes que vengan a una ciudad más segura y los abandonen allí? ¿Qué imagen de la Iglesia daríamos?». Habló con todos sus sacerdotes sobre el riesgo y sobre sus miedos, pero todos acordaron quedarse en los poblados a pesar del riesgo diario. Ven que su misión es quedarse con los que sufren.

¿Qué le impresiona más de cómo afrontan estos desafíos?
En muchos lugares del norte no hay psicólogos ni psicoterapeutas. Pero hay miles y miles de personas profundamente heridas y traumatizadas y es la Iglesia, los sacerdotes y religiosas, quienes tienen que intervenir y tratar de sanar sus heridas. ¿Y quién mejor preparado que ellos? Saben combinar la espiritualidad y una profunda fe con la psicología y la comprensión de cómo funciona el alma humana. Esto abre la puerta a la sanación.

Uno de los encuentros más impresionantes que he tenido en mi vida es cuando conocí a unas viudas en Maiduguri. Sus maridos habían sido asesinados de las formas más horribles, muchos delante de ellas. Y estas mujeres, muy sencillas, que no habían ido al instituto, me decían: «Boko Haram nos puede quitar todo: nuestras casas, nuestras iglesias, a nuestros maridos y a nuestros hijos. Pueden incluso quitarnos la vida, pero no nos pueden quitar la fe». Y lo dicen con una fe muy profunda, que les permite seguir diciendo que sí a la vida día tras día, a pesar de los desafíos.

Más aún: realmente intentan trabajar el perdón porque quieren vivir lo que dice el Evangelio: «Amad a vuestros enemigos». Es fácil decirlo en Europa. Pero qué difícil es cuando tienes que intentar amar a quien te lo ha quitado todo. Creo que para un ser humano solo es imposible; automáticamente odiamos a quien nos ha quitado a nuestra familia y queremos vengarnos. Pero es posible con la gracia de Dios y con una Iglesia que te guía y te apoya. Lo he visto en Nigeria y tal vez sea uno de los éxitos escondidos de la Iglesia: son capaces de romper la espiral de la violencia.

La Iglesia asegura que no paga rescates por sus sacerdotes o religiosas secuestrados.
La Conferencia Episcopal Nigeriana lo dice claramente. Pero imagine que el secuestrado es su hermano, su primo o su párroco. ¿No intentaría mover cielo y tierra para liberarlo?

Cada año, Ayuda a la Iglesia Necesitada envía más financiación para proyectos en Nigeria. ¿Para qué tipo de iniciativas les piden ayuda?
Depende un poco de la diócesis. En la zona norte, donde los cristianos son perseguidos y Boko Haram acabó con muchas iglesias y casas sacerdotales, recibimos bastantes solicitudes para reconstruir infraestructuras destruidas ahora que hay menos ataques. Pero también nos llena de alegría y esperanza el hecho de que nos llegan muchas peticiones para contribuir a la formación de seminaristas. A pesar del peligro, las vocaciones crecen en el norte del país, y muchos jóvenes descubren su llamada al sacerdocio a sabiendas de lo que ello significa: arriesgar su vida.

Desde la franja central nos llegan proyectos de una Iglesia que tiene que lidiar con muchos desplazados internos y se enfrenta por tanto a mucha pobreza y sufrimiento. Y del sur recibimos solicitudes para iniciativas relacionadas con la profundización en la fe, por ejemplo financiando material para catequesis o talleres de pastoral familiar.

¿A cuántas de estas peticiones pueden dar una respuesta afirmativa?
Depende de su tamaño y de si la Iglesia local ha pedido ayuda a otras organizaciones. Pero financiamos un promedio de entre 120 y 145 proyectos, lo que el año pasado supuso más de dos millones de euros. La selección se hace mes a mes, en función de los donativos disponibles y de las prioridades: ayudar a la Iglesia perseguida y profundizar la fe. En 2022, la cantidad más grande se destinó a los proyectos de construcción, tanto de reconstrucción como de nuevas obras debidas a que la fe está creciendo. También distribuimos muchos estipendios de Misas, que ayudan a sobrevivir a los sacerdotes en las zonas rurales. ACN contribuyó a la formación de seminaristas, novicios y también laicos. Estamos tremendamente agradecidos a tantos donantes de todo el mundo que lo hacen posible.