En la Pontificia Universidad Gregoriana en Roma se celebra estos días la conferencia anual sobre safeguarding. Un concepto que en lengua española podría traducirse como salvaguarda. Desde 2021, este evento tiene como objetivo proporcionar una plataforma para el aprendizaje y el trabajo cooperativo a través de la que compartir conocimientos, experiencias y buenas prácticas en materia de transparencia, rendición de cuentas y asunción de responsabilidades para proteger del abuso a menores y adultos en la Iglesia.
La presente edición se centra en el concepto de accountability y en los modos en los que la Iglesia debería materializarlo. Se trata de un término complejo, que no tiene un equivalente exacto en español y que implica la justificación de las acciones y decisiones adoptadas desde la transparencia, el cumplimiento de las normas y procedimientos, la asunción de responsabilidades y la rendición de cuentas.
La cuestión central que debiera caracterizar el buen hacer de la Iglesia, como ha subrayado en la sesión inaugural el jesuita Hans Zollner, SJ, es la protección de la dignidad y el cuidado de cada persona. Se trata, o debería tratarse, de un compromiso histórico, real y concreto, institucionalizado, sostenido en el tiempo y vinculado con las relaciones humanas, las propias instituciones eclesiales, la promoción de la justicia y el ejercicio de la caridad, y al servicio de las víctimas, los agresores y todo el pueblo de Dios.
Una Iglesia que dé razón de sus acciones, decisiones y omisiones, que se deje confrontar, que dé la cara y se haga cargo de las consecuencias devastadoras de la traición de la confianza y de las expectativas de cuidado, no es una Iglesia más débil, sino más fuerte. Y, sobre todo, es una Iglesia más creíble, más coherente con la verdad de la que es depositaria y más cohesionada. Algo no funciona cuando consideramos que tenemos la potestad de eludir el noble ejercicio de dar razón de acciones y omisiones que pueden dañar la sagrada dignidad humana. Una Iglesia que fomenta la calidad moral y religiosa de quien la conforma a través de la asunción de responsabilidades, el ejercicio de la verdad, la transparencia y la capacidad de responder de sus acciones y omisiones es una Iglesia que asume públicamente la responsabilidad.