Rebeca, «la santa» toledana de la puerta de al lado
Falleció hace pocos días dejando un hermoso testimonio de fe y amor que cada día ponía en práctica. Este lunes preside su funeral el arzobispo de Toledo, Francisco Cerro
Rebeca Teijeiro regresó a la casa del Padre hace pocos días como consecuencia de un derrame cerebral. Tenía 27 años. Estaba casada con César y falleció al poco de traer al mundo al pequeño César. Rebeca vivía para Dios a través de los demás. Pero llegar hasta este punto no fue un camino sencillo para esta joven de la archidiócesis de Toledo. La suya fue una vida corta, pero intensa en la que experimentó, al mismo tiempo, qué es estar lejos de Dios y muy cerca del éxito.
Era una «chica de parroquia», tal y como se definía en un testimonio que ofreció hace dos años y que puede escucharse en este enlace. Poco a poco, al entrar en la universidad, se alejó de ese entorno casi familiar que era la parroquia. Entró en el mundo del deporte, del culturismo, «un deporte muy bonito en el que te retas continuamente pero muy superficial porque te miras mucho a ti mismo para mejorar». Un deporte que, según confesaba, aísla socialmente y no «había nada de hueco para el Señor».
Por trabajo, se trasladó a Badajoz. Con 22 años era jefa de 80 personas. Era muy joven y tenía ya mucho éxito, pero todavía tenía hambre de más éxito: «Empecé a romper mi relación con mis amigos, con mi familia, con mi pareja». Hasta que un día, su novio le dijo: «Rebeca tú quizá llegarás muy lejos, pero ¿con quién?». «Empecé a plantearme las cosas», confesaba la joven.
«El Señor te pone personas en el camino que te van cambiando», decía en este testimonio. Su amigo Óscar, sacerdote, fue uno de ellos. En una peregrinación a Lourdes, Óscar rezó por Rebeca y sus intenciones. El sacerdote así se lo hizo saber a su amiga con un mensaje. Rebeca lo agradeció y, a la mañana siguiente, algo en ella cambió. Se despertó preguntándose en quién se había convertido. Decidió romper con esa vida y, para empezar, abandonó el trabajo, una decisión que su entorno aplaudió y agradeció. «Esto tiene que ser por el Señor», pensó Rebeca que se centró a partir de entonces en seguir la voluntad del Dios en su vida. Y se tomó un respiro de un año en el que empezó a vivir los sacramentos.
A Rebeca le preocupaba que no hubiera jóvenes en la Iglesia. Se daba cuenta cuando iba a misa de que eran muy pocos. Se movilizó para resolverlo. Junto a su amigo Óscar, «importaron» Hakuna a Toledo. Contaron a todos los jóvenes que pudieron qué era Hakuna y así, de solo 10 jóvenes, pasaron a cientos.
«Quiero ser santa», aseguraba en esta charla que ofreció en una parroquia y ofrecía esta definición de lo que para ella era la santidad: «Ser santo es simplemente vivir con Dios. Yo no soy santa por mis méritos, por las cosas buenas que hago en la vida. Ser santo es cuando reconoces frente a Dios tus debilidades, que no somos perfectos y que sin Él no podemos. Cuanto más aceptas esto y más enseñas a Dios tus grietas, Él va entrando. Él nos salva a través de nuestras grietas».
Este lunes el arzobispo de Toledo, Francisco Cerro, presidirá la misa funeral por Rebeca en su parroquia de siempre, Santa María de Benquerencia. Hace unos días, el arzobispo envió una misiva a su familia en la que recordaba el impacto que Rebeca causó en él cuando la conoció: «El testimonio de Rebeca unos años antes, me ha impresionado y me ha ayudado a penetrar en el misterio de su vida y de su muerte».
El prelado concluye esta carta pidiendo a la joven su intercesión: «Te pido que le hables al Padre de cada uno de nosotros que sin ti nos sentimos necesitados y te pedimos que cuides de nosotros, de tu familia, de Hakuna, de la parroquia, de nuestra archidiócesis de Toledo que ha visto reflejado en tu vida el paso de un huracán de ternura, de sencillez y de madre buena. No te olvides de hablarle a Dios de nosotros, que nosotros no nos olvidaremos nunca de ti, de tu entrega, de tu coherencia cristiana tan necesaria hoy y siempre para los jóvenes».