El cardenal Amato, un hombre «rico en fe y humanidad»
Al final de las exequias, el Papa presidió este jueves el rito de la última Commendatio y Valedictio, encomendando el alma del cardenal Amato al Dios de la vida y la esperanza
La Curia Romana despidió este jueves en el Altar de la Cátedra de la basílica de San Pedro al exprefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el cardenal Angelo, quien falleció el pasado 31 de diciembre de 2024 a los 86 años.
El decano del Colegio Cardenalicio, el cardenal Giovanni Battista Re, fue —como es habitual cuando muere un purpurado— el encargado de pronunciar la homilía en una ceremonia solemne en el que se reconoció su servicio y devoción a la Iglesia. Al final de las exequias, el Papa presidió el rito de la última Commendatio y Valedictio, encomendando el alma del cardenal Amato al Dios de la vida y la esperanza.
El cardenal Re destacó que fue un hombre «rico en fe y humanidad», cualidades que fueron el pilar de su vida religiosa y académica. También repasó su capacidad para afrontar los desafíos de la vida con una positividad innata, sin perder de vista su misión de servir a la Iglesia y al prójimo. Esta actitud, señaló, «fue clave en la refundación de la Pontificia Academia Teológica, un proyecto impulsado por Juan Pablo II que Amato lideró con sabiduría y dinamismo».
En su homilía recorrió las distintas etapas de su vida: su entrada en los salesianos, atraído por la figura de Don Bosco, su etapa en la Santa Sede donde desempeñó varias funciones destacadas a lo largo de cuatro décadas o su creación como cardenal en 2010. Pero, sobre todo, destacó la solidez de su fe y su devoción a la Virgen.
De esta forma, hizo hincapié en la firmeza doctrinal del cardenal Amato, cualidad que lo llevó a ser un referente en teología y cristología, además de su capacidad de diálogo, lo que le permitió nutrir el pensamiento teológico contemporáneo.
El cardenal Re dedicó un espacio especial a reflexionar sobre la espiritualidad de Amato, profundamente marcada por su devoción a María. «Hablaba con gusto de la Virgen, a quien dedicó numerosos estudios y reflexiones», afirmó el decano.
Continuó describiéndolo como un hombre con un «carácter abierto al diálogo, acogedor y con una visión positiva de las situaciones», además de ser «rico en fe y humanidad, generoso al aceptar dar conferencias, presidir encuentros culturales y predicar en celebraciones litúrgicas».
Para cerrar su homilía, reflexionó sobre la esperanza cristiana, un tema central en la vida y obra del cardenal fallecido. «La muerte, para el creyente, no es el final, sino el paso a la vida plena en Dios», afirmó.
El cardenal Re concluyó su homilía diciendo: «Demos gracias al Señor por el bien que el cardenal Amato sembró. Le acompañamos con afecto fraternal, confiándole a la paternal bondad de Dios. (…) Que el Señor, en su misericordia, le acoja y le dé la recompensa merecida por la larga vida que ha vivido en la enseñanza de la teología, en el servicio de la Iglesia y en su compromiso por el bien de las almas».
En un telegrama de condolencias, el Papa elogió el pasado 1 de enero el «testimonio edificante de este hijo espiritual de San Juan Bosco que durante muchos años se dedicó con refinamiento humano y generosidad al Evangelio y a la Iglesia».
En el mensaje, que fue enviado al vicario del Rector Mayor de los Salesianos, padre Stefano Martoglio, el Pontífice destacó el «espíritu sacerdotal y la preparación teológica» que también trabajó en la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe.
Nacido en Molfetta (Italia), el 8 de junio de 1938, Angelo Amato fue ordenado sacerdote en 1967. Con un profunda formación académica, se dedicó a la educación teológica en la Pontificia Universidad Gregoriana y la Pontificia Universidad Salesiana, donde se desempeñó como decano.
Asimismo, vivió un período en Grecia, donde realizó investigaciones sobre teología ortodoxa. El Papa Juan Pablo II lo nombró secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe en 2002, y el Papa Benedicto XVI lo nombró prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos en 2008. El Pontífice alemán lo creó cardenal en 2010.