Ramón García y los curas en Grand Prix: «Ha sido muy bonita su participación» - Alfa y Omega

Ramón García y los curas en Grand Prix: «Ha sido muy bonita su participación»

El presentador habla de la necesidad de formatos familiares en televisión y defiende el diálogo entre nietos y abuelos: «es la mejor lección de vida que pueden tener, sin duda»

José Calderero de Aldecoa
Ramón García, en el centro, durante la presentación del programa El Grand Prix. Foto: RTVE.

Ramón García afrontó este verano un gran reto: volver a presentar Grand Prix, 18 años después de su desaparición en la pantalla. Se encuentra muy feliz con el resultado y con la experiencia vivida: «Ha sido un bombazo. El programa más visto en todas las televisiones, que tiene su mérito».

En Alfa y Omega, el conocido presentador de televisión habla de los formatos familiares en televisión, del diálogo intergeneracional entre nietos y abuelos y de la participación de curas en el programa: «El primero de Madrid se me rompió. Se cayó y se pegó un tortazo. El pobre tuvo que salir en camilla».

¿Cómo has vivido la vuelta?
Ten en cuenta que formo parte del proyecto. Ha sido muy esperado, sobre todo por los espectadores. Han sido 18 años con una petición inusual de que vuelva un programa. Y en estos 18 años tanto el productor ejecutivo como yo hemos estado intentando que vuelva. No ha podido ser hasta este verano, cuando TVE se decidió a programarlo otra vez. Y bueno, al final, lo que decía yo de que el Grand Prix tenía larga vida, creo que no me he equivocado.

Ha sido un bombazo. El programa más visto en todas las televisiones, que tiene su mérito. Un formato que nació hace 28 años. Al final, cuando un programa tiene las claves del entretenimiento, de la diversión, y es un programa sencillo de ver, pues encaja. Y ahí están los datos. Es un orgullo.

¿Qué te parecen estos datos? ¿Tienen cabida este tipo de programas en la televisión actual?
Pues mira, la muestra es lo que ha hecho el Grand Prix. No es que tengan cabida, es que son necesarios. El programa ha batido a todos los demás formatos. Fíjate si tiene cabida. Yo creo que ha quedado demostrado que un formato, aunque sea antiguo, si se sabe renovar, si se sabe amoldar, adaptar a los tiempos, funciona. No todos se pueden adaptar. No todos son programas que se pueden reeditar con el paso del tiempo, pero el Grand Prix sí lo es. Yo lo tenía clarísimo.

Había gente que pensaba que no, que eso era antiguo, pero al final esta edición, 18 años después, ha demostrado con unos datos de media por encima de cualquier programa que no solamente es posible, sino que ha triunfado por encima de todos los demás.

Pero fíjate. Además de la audiencia, que es importante y es lo que mide el éxito de los programas, para mí el reto de la vuelta del Grand Prix (lo dije antes de empezar) era intentar que los niños, que ya no ven la tele, se sienten delante del televisor. ¿Tendrá el Grand Prix todavía el imán para eso? Ha sido espectacular.

¿El éxito de la audiencia habla de la necesidad de organizar más programas de ocio sano, familiar, para que la gente lo vea? ¿Hay necesidad de esto en la televisión actual?
Yo creo que hay una necesidad pero que se le había dado la espalda. De repente aparece el Grand Prix, el programa del abuelo y el niño, como dice su canción. Hilando con lo que decía antes: el dato de audiencia en niños de 2 a 14 años es de un 42 %; el de 14 a 18 años, de un 39 %. Es decir, que los niños, que ya no ven la televisión generalista, masivamente se han sentado frente al Grand Prix para ver los juegos que hacíamos hace 28 años, pero lógicamente modernizados y con otra puesta en escena.

Lo más bonito, que es lo que yo quería. Acabo de llegar a la tele, aquí a Toledo y me para un compañero y me dice: «Ramón, tengo que darte la enhorabuena, porque hemos visto este verano la tele mi hijo, mi mujer, mis padres y yo. Las tres generaciones». Ver la tele en familia, eso ya no pasa. No hay ningún acontecimiento televisivo que una a la familia para ver la tele. Y el Grand Prix lo ha vuelto a hacer. Ese era, por encima de la audiencia, mi reto. Y lo he conseguido y además con audiencia. Así que estoy muy feliz con la vuelta del Grand Prix.

El Papa habla mucho del diálogo intergeneracional, de la importancia de las conversaciones entre los abuelos y los nietos. ¿Qué te parecen este tipo de declaraciones del Papa?
Estoy totalmente de acuerdo con el Papa Francisco. Mira, yo hago un programa aquí en Castilla-La Mancha, que se llama En compañía, al que viene mucha gente mayor. Yo aprendo todos los días con los mayores; y eso que ya tengo 61 años, pero sigo aprendiendo de ellos. Te cuentan cómo vivieron la posguerra, cómo vivieron el hambre, cómo tenían que comer peladuras de patatas, cómo vivían en casas donde no había luz ni agua. ¿Y sabes lo que me dicen, que me llama la atención? «Ramón, éramos felices. No teníamos nada, pero éramos felices». La gente de ahora tiene de todo y no es feliz.

Creo que los nietos, tienen que tener un diálogo fluido con los abuelos. Yo lo tuve con los míos. Yo creo que eso se ha perdido un poco con el paso de los años, y creo que hablar de familia es hablar de eso, es hablar de que los niños hablen con los más mayores de la casa, porque de ellos se aprende. No las batallitas del abuelo, sino la cantidad de vivencias que se pueden amoldar a la vida y al carácter de cada uno. Y si el niño o la niña quiere, y el abuelo o la abuela se presta, esa es la mejor lección de vida que pueden tener, sin duda alguna.

¿Qué te parece la participación de los curas de los pueblos en el Grand Prix?
Sí, me acuerdo. El primero de Madrid se me rompió. Se cayó y se pegó un tortazo. El pobre tuvo que salir en camilla.

Ha sido muy bonita su participación. Yo creo que la Iglesia debe propiciar el acercamiento de los curas jóvenes a la gente joven, pero sobre todo a la gente normal. No es decir «venga usted a la iglesia». No, no, no: yo voy a verlo a usted a su casa, voy a participar con usted de sus fiestas, me voy a tomar un vino con usted. ¡Y soy cura, pues muy bien! Intentar acercarse a la sociedad con normalidad. Yo creo que el quid de la cuestión, del futuro de la Iglesia es ese: que las personas que representan a la Iglesia no es que estén cerca de la gente, es que sean la gente. Y cuando se rompa esa barrera, yo creo que eso va a funcionar perfecto.

Los curas en el Grand Prix son una especie de diálogo entre lo religioso y lo civil. ¿Es posible este diálogo sin estridencias?
Totalmente. Yo le fui a saludar (al cura de Colmenarejo) y se comportó como un concursante más, como un componente más del equipo. Él era el cura, pero también había un alcalde, y también había un panadero, y un fontanero, ¿sabes lo que te digo? Al final ser cura no tiene que ser excluyente, sino incluyente en la sociedad. Y yo creo que eso los curas jóvenes lo saben porque lo llevan con los años. Y ese es el futuro de la Iglesia, de que la gente tenga vocación: que no crea que se va a meter en un mundo que le aparta de la sociedad sino al revés, que se van a incluir en un mundo en el que van a estar mucho más pegados a la sociedad, porque forman y deben formar parte de ella.