Raimo Goyarrola: «La Iglesia en Finlandia es la más pobre de Europa» - Alfa y Omega

Raimo Goyarrola: «La Iglesia en Finlandia es la más pobre de Europa»

Cristina Sánchez Aguilar
Raimo Goyarrola, obispo de Helsinki
El obispo de Helsinki pasó por la redacción de Alfa y Omega. Foto: Cristina Sánchez Aguilar.

Lleva 19 años en Finlandia, aunque poco más de uno como obispo de la capital de un país que, en todo el territorio, tiene 26 parroquias. Médico de profesión, jugador de fútbol de afición, y miembro del Opus Dei, este vasco ha escrito un libro en Palabra, Romper el hielo, con sus andanzas por una tierra fría en presencia, que no en esencia.

¿Por qué decidió escribir un libro sobre sus hazañas finlandesas?
Buena pregunta, porque yo no lo decidí. Fue insistencia de la editorial, pero no me arrepiento; es más, agradezco al Señor que me haya dado esta oportunidad porque, releyéndolo, lo que veo es que Dios es bueno.

¿Cuánto tiempo tardó en escribirlo?
Empecé en enero de 2024 con algo de tiempo cada tarde. Pero yo juego al fútbol y me lesioné, y entonces tuve tres meses para escribir.

Un año y tres meses de obispo en Helsinki, y 19 en total de misión allí. ¿Ha logrado romper el hielo?
Yo creo que sí, porque para mí romper el hielo es el cariño. También es atreverse a hablar de Jesús con tu vida, con tu ejemplo, con el testimonio.

La idea cliché que tenemos de los finlandeses es hielo, seis meses de luz y seis meses de oscuridad, y gente muy triste. ¿Son así?
Una cosa que he aprendido de ellos es la sencillez y la transparencia. Gracias a Dios, tengo cantidad de amigos finlandeses; me invitan a sus casas y me transmiten muchísimo cariño. Quizá no como en el sur de Europa, pero yo estoy enamorado de Finlandia y de los finlandeses. Los vascos también tenemos nuestras especialidades, ¿no? Y yo veo muchas similitudes entre los vascos y los finlandeses. La cultura del trabajo, de la palabra. Cuando un vasco dice que está a las cinco y media, está a las cinco y media. Y si un vasco es amigo, es amigo para toda la vida. Pues un finlandés también.

¿Cuáles son los desafíos a los que se enfrenta?
La gente me dice que hace mucho frío, pero vaya, te cubres con un abrigo. Si está oscuro, enciendes una lámpara… Hay una solución para todo. Y luego, los desafíos para mí son aventuras, sueños. No tenemos dinero, somos la Iglesia más pobre de Europa y además está formada en gran parte por refugiados e inmigrantes, especialmente ucranianos y filipinos, aunque también están llegando de Myanmar y nicaragüenses… Y no llegamos a fin de mes, porque las dos iglesias nacionales —luteranos y ortodoxos— reciben dinero a través de sus impuestos, pero la católica nada. Además, estoy con proyectos, porque solo hay ocho parroquias —26 sacerdotes y dos seminaristas— en todo el país y ningún colegio católico ni universidad, ni hospital o residencia de ancianos. Cero. Ahora estoy inmerso en el proyecto de poner el primer colegio. Y, en general, no hay una religiosidad especialmente presente en la población.

¿Qué tal el diálogo interreligioso?
Teniendo en cuenta de que en el Vaticano se habla del Finnish way, o sea, el modo finlandés… Somos un ejemplo de diálogo para todo el mundo. Por ejemplo, hemos hecho un documento conjunto con la Iglesia luterana sobre la Iglesia, la Eucaristía y el ministerio, de 160 páginas. 

Con 26 sacerdotes, imagino el papel del laicado.
No es que haya que tirar del laicado, es que el laicado es la Iglesia. Además, estoy fomentando los consejos diocesanos y metiendo muchísimos laicos. 

¿Qué tal las futuras vocaciones?
Tengo ahora siete varones para diáconos permanentes, lo que es una pasada, y he puesto en marcha un seminario virtual para que estudien en línea, porque son de siete ciudades diferentes.  Yo pido todos los domingos una oración por las vocaciones. Al sacerdocio, a la vida consagrada, al matrimonio. Porque para mí, el matrimonio es tan o más importante que el sacerdocio. Y a la cuarta vocación, laicos de todos los carismas.