Rafal Wieczynski y Julita Swiercz, autores de Popieluszko, la libertad está en nosotros: «Hay que empezar a hablar de lo que hizo el comunismo»
Mañana se estrena la película polaca Popieluszko, la libertad está en nosotros, dirigida por Rafal Wieczynski en 2009, sobre el Beato Jerzy Popieluszko, asesinado por la policía comunista, en octubre de 1984, y beatificado por Juan Pablo II, en junio de 2010. Rafal Wieczynski, su director, y Julita Swiercz, mujer de éste y productora del film, comparten en esta entrevista cómo Polonia hace frente a la memoria sobre la dictadura comunista
¿Por qué decidió poner en marcha este proyecto?
Rafal: Yo creía que era una película que debía realizarse; desde el año 89, estaba esperando que se hicieran películas que desenmascararan el comunismo en Polonia, y que hablaran de la figura del padre Popieluszko, y del papel de la Iglesia en aquel tiempo. Esperaba esas películas pero no las veía, y empecé a pensar que a lo mejor era yo quien debía realizar una así. Entonces, mi mujer me dijo que aplazara otros proyectos en los que estaba trabajando, y que la hiciera. Y como ella es mi productora…, pues no había nada que añadir.
Viendo películas como Popieluszko, Katyn, La vida de los otros…, ¿se puede hablar de una revisión histórica del siglo XX en los países de la Europa del Este?
Rafal: Pienso que todavía existe ese vacío en nuestra conciencia histórica, y que poco a poco esas películas empiezan a llenar. Ésa es su misión. Katyn fue la primera voz que desenmascaró esa gran mentira sobre la que se levantó el régimen soviético. Ha habido que esperar 50 años para que esa voz se escuchara por primera vez. No se trata tanto de una revisión histórica, sino de empezar a hablar de eso. De lo que se trata ahora es de apostar por la visión adecuada de esos hechos, porque todavía existen aquellos que quieren ver aquel período como algo que no era para tanto, como si sólo hubiera habido un problema de pobreza, censurando la verdadera dimensión trágica del régimen. Hay que igualar el nazismo y el comunismo, y eso que éste último supera incluso el número de víctimas.
Julita: Esa tarea resulta muy difícil en los países de la Europa Occidental, donde existe aún una mirada romántica y sentimental hacia la dictadura comunista. Eso ocurre porque no se ha vivido en primera persona esa desgracia.
¿Qué visión tienen los jóvenes y adolescentes polacos del padre Popieluszko, y qué valoración hacen de la Iglesia en los últimos años del comunismo?
Rafal: La película, de algún modo, se inscribió en los preparativos de la beatificación de Popieluszko. La imagen del padre Popieluszko está bastante presente en los jóvenes polacos de manera muy positiva. Pero también hay que decir que, antes de la beatificación, también se hablaba críticamente de él, como un hombre metido en política, un rebelde. Eran los ecos que pervivían de los mensajes que fomentaban los servicios secretos del régimen comunista. Ahora volvían esas difamaciones, no de la mano del comunismo, sino del liberalismo. Pero en general nadie cuestiona el papel de la Iglesia durante el comunismo: ahí están las víctimas, la figura de Juan Pablo II…; ni siquiera los más críticos pueden cuestionar a la Iglesia globalmente. La película ya la han visto en Polonia más de un millón trescientos mil espectadores, de los cuales muchos son jóvenes.
¿Cómo consiguió que el cardenal Glemp participara en la película?
Rafal: En primer lugar, el cardenal vio el trabajo de documentación tan minucioso que estábamos haciendo, y lo mucho que nos interesaba reflejar la verdad y sólo la verdad. Por otro lado, en el año 2000, Glemp declaró públicamente su sentimiento de culpabilidad respecto a Popieluszko, diciendo que podía haber hecho más por él. El cardenal Glemp no es el único que se interpreta a sí mismo en el film. No sólo entre los figurantes, sino que también hay actores que ya lo eran en aquellos tiempos y que pertenecían al entorno del padre Popieluszko. Este hecho animó al cardenal a participar en la película en dos escenas. En una se muestra su actitud crítica con Popieluszko, y en la segunda quiere ayudarle y sacarle del país, pero no contra su voluntad.
¿De qué manera el actual proceso de laicismo y secularización ha afectado a Polonia?
Rafal: Por un lado, hay datos, como la disminución de vocaciones, que también hay que entenderla desde el descenso demográfico. Lo mismo ocurre con la enseñanza religiosa. Por otro lado, los fieles prácticamente son más profundos en su fe ahora, incluso se comulga más en las Eucaristías. Hay mucha vida comunitaria y asociativa, incluso entre estudiantes. Pero también es verdad que los medios liberales son injustos con la Iglesia desde la muerte de Juan Pablo II. Hay una oleada de ataques contra la Iglesia; se la crítica pero no se habla de lo bueno. Los medios dominantes están en esas TRWAM televisión, que la lleva un sacerdote, a la que se ha denegado la emisión en TDT. El año pasado, en el Parlamento entró el partido de Janusz Palikot, que representa un claro anticlericalismo, y lo primero que hizo fue pedir que se retirara el crucifijo del Parlamento. Afortunadamente, se demostró que la presencia de la Cruz no era anticonstitucional, y aún se mantiene el crucifijo.
Directores como Wajda, Kieslowski, Zanussi o Agnieska Holland han encarnado lo mejor de la identidad europea en los años 80 del siglo XX. ¿Qué valoración hace de los nuevos directores polacos?
Julita: Sobre todo, se hace cine comercial, de entretenimiento, muchas comedias polacas -para público autóctono-. También hay obras más comprometidas, que no gozan de tanto éxito de público. Incluso hay películas que hablan de los años del comunismo, pero en clave desdramatizadora, cómica, como un espejo deformante sin dimensión dramática.
¿Para cuándo una película sobre Wyszynski?
Rafal: Eso también me lo preguntan en Polonia. Ya hay una, pero de consumo muy interno, para los que ya saben quién es. Se trata de The Primate. Three Years Out of a Thousand, dirigida por Teresa Kotlarczyk. Pero está pendiente una película para el gran público, es un reto que tengo en mi agenda.