Uruguay va camino de ser el segundo país de Sudamérica, tras Argentina, que equipara las uniones homosexuales al matrimonio. El Senado comenzó la tramitación del proyecto, este martes, y se espera que la votación definitiva tenga lugar en abril. El obispo de Canelones, monseñor Alberto Sanguinetti, ha criticado la pasividad de los católicos frente a una ley que «destruye el matrimonio, la familia y que hace de la adopción un asunto de los adultos, y no un derecho del niño». Y se pregunta: «¿Qué nos pasa a los uruguayos? ¿Hemos perdido la capacidad de pensar, de cuestionar? O ¿sólo podemos salir a la calle por razones políticas, o por plata?».
Por otro lado, el Tribunal Supremo de Estados Unidos ha iniciado el debate sobre la extensión a todo el país del llamado matrimonio homosexual, contemplado en algunos Estados norteamericanos. Se espera que el pronunciamiento tarde aún en llegar algunos meses.
Y en Dinamarca, el Parlamento ha aprobado una ley que obliga a las iglesias a oficiar bodas entre personas homosexuales que pertenezcan a su confesión. En caso de que un sacerdote se niegue, el obispo deberá buscar una alternativa. Más de dos tercios de la población pertenecen a la Iglesia del Pueblo Danés, estatal, aunque la práctica no llega al 5 %. El obispo de Viborg anuncia que no acatará la ley, y amenaza con una escisión. Apenas un 1 % de la población es católica.