Que no solo digamos orgullosos que hablan a Dios de nosotros - Alfa y Omega

Que no solo digamos orgullosos que hablan a Dios de nosotros

La vida contemplativa no está ahí para darnos un servicio de oración 24 horas. También nos necesitan

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«Nosotros hablamos a los hombres de Dios, y ellas a Dios de los hombres». Esta es la bella expresión con la que no pocos sacerdotes o miembros de la Iglesia resumen la existencia escondida y permanente de la vida de clausura, eminentemente femenina. En medio del tornado por la decisión conjunta de una comunidad de clarisas de diferir del magisterio eclesial, parece providencial que el próximo domingo la Iglesia mire a los contemplativos y a su pro orantibus. No podemos negar que siempre, generalmente, hemos dejado en manos de Dios —y de los sacerdotes que puntualmente las atienden— el cuidado de las religiosas. Ellas son el corazón de la Iglesia que late desde dentro; ellas son las que rezan por nuestras intenciones; ellas son las que se inventan mil y una recetas para sobrevivir económicamente; ellas son las que todo lo pueden y todo lo soportan. Lo damos por hecho. Pocos como Sonia Barbosa, que en este número explica cómo, desde su Fundación DeClausura, llama uno a uno a 654 cenobios para preguntar qué necesitan. Y no solo si tienen que arreglar el techo o las humedades. Cuando alguien tímidamente se arranca a preguntar, un sutil «necesitamos oración para que haya vocaciones». Nunca sabemos si sufren. Si tienen desvelos. Si hay abuso de conciencia por parte de una superiora, que desgraciadamente el caso de Belorado parece haber puesto sobre la mesa. Suele pasar que llegamos tarde o somos conscientes de una situación cuando la tragedia ya se ha precipitado. Pero, al menos, que sirva de necesario recordatorio. La vida contemplativa no está ahí para darnos un servicio de oración 24 horas. También ellas nos necesitan. A los sacerdotes. A los laicos. Formación psicológica y afectiva. Que todo este esfuerzo que la Iglesia en España está poniendo en reformar los seminarios pueda alcanzar también a estas comunidades en muchas ocasiones olvidadas. Que no solo digamos con orgullo que ellas hablan a Dios de nosotros.

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