«¿Qué más podemos pedir?»
Un campeón del sufrimiento me anima a dar gracias y a vivir la vida como un regalo. En esta Cuaresma escuchemos más a la gente como él
El miércoles comenzó la Cuaresma, el tiempo de preparación a la Pascua, en el que queremos vivir la conversión y reconocer la cercanía de Dios en nuestra vida. Lo hacemos animados por el mensaje del Santo Padre para la de este año, que lleva por título Caminemos juntos en la esperanza y que queremos hacer vida en el hospital. Y lo hacemos iluminados también con el mensaje que el mismo Francisco publicó para la Jornada Mundial del Enfermo, «La esperanza no defrauda» y nos hace fuertes en la tribulación. Releer ambos documentos sabiendo que el autor está ingresado en el hospital conmueve más si cabe. Conociendo su sufrimiento en el Hospital Gemelli de Roma, cómo resuena esa pregunta que lanza el Papa: «¿Cómo permanecer fuertes, cuando sufrimos en carne propia enfermedades graves, invalidantes?».
El contacto con la enfermedad, el sufrimiento, el dolor —ajeno y especialmente propio—, es una llamada fuerte a la conversión. Por eso podemos decir que la Cuaresma que acabamos de empezar es una llamada a mirar a los sufrientes de forma especial. Y, cuando lo hacemos desde la propia enfermedad, a poner el padecimiento como acicate para la conversión del corazón. Ese lema que tuvimos hacemos varias décadas en una Campaña del Enfermo, Los enfermos nos evangelizan, se hace realidad en nuestro día a día en el mundo de la salud y de la enfermedad.
Inaugurando la Cuaresma comparto un encuentro que tuve hace unos días al llegar al hospital y que hace vida real los textos de los mensajes que sugería más arriba. Me recibe Guillermo, un paciente de larga estancia con bastantes años de ingreso hospitalario que, además de lo que le tiene ingresado, sufre por una gran hernia. Con una sonrisa, me dice: «¡Qué bien que estamos aquí, don Gerardo!». Le respondí que es verdad que estamos bien, pero que si se refería a algo en concreto. Y me contesta: «¿Qué más podemos pedir? Tenemos un lugar para dormir, la ropa que necesitamos, nos dan desayuno, comida, merienda y cena, vamos al gimnasio, hacemos alguna terapia, tenemos un jardín estupendo para tomar el aire, los jueves hay cine y, además, tenemos la capilla aquí al lado con el Señor viviendo con nosotros. Somos unos afortunados».
Me conmuevo recordando nuevamente en el corazón las palabras de Guillermo. Y se convierten en llamada a caminar juntos en esperanza. ¿Dónde quedan mis problemas, mis angustias del primer mundo, mis sufrimientos cotidianos que no me dejan respirar y que me hacen dudar hasta de Dios cuando un campeón del sufrimiento que juega en la Champions de tiempo ingresado en un hospital me anima a dar gracias y a vivir la vida como un regalo?
Estas palabras nos ayudan a entender lo que decía el Papa de vivir la enfermedad como un don y un encuentro. Y sobre todo a hacerlo juntos: es caminando junto al que sufre como descubrimos la presencia de Dios que nos sale al encuentro en nuestra vida. Es mirando los pequeños detalles de la vida con los ojos del agradecimiento como reconocemos que la existencia es un don por el que no podemos dejar de dar gracias. Es sabiendo tener la paciencia de escuchar a quien parece que no tiene nada que decir como caemos en la cuenta de que el Padre no para de hablarnos en nuestra vida cuando somos capaces de mirar más allá de nuestro ombligo y de dejarnos interpelar por el otro.
En esta Cuaresma escuchemos a nuestros Guillermos de al lado, demos gracias por ellos en la oración y nos será más fácil convertirnos, volvernos a Dios que es la razón de nuestra esperanza.