Papa Francisco: «Que los heridos por la vida encuentren un puerto seguro en vuestra mirada»
Durante su oración en la basílica de Nuestra Señora de la Guardia, Francisco ha invitado a los cristianos a imitar la mirada de Jesús, «que va de lo alto a lo bajo, pero no para juzgar sino para alzar a quien está en el suelo»
Después de aterrizar en Marsella y dar comienzo a su viaje apostólico número 44 y tras ser recibido por el nuncio apostólico, Celestino Migliore, y por la primera ministra, Élisabeth Borne, Francisco se ha dirigido en la tarde de este viernes a la basílica de Nuestra Señora de la Guardia. Allí le esperaba el cardenal y arzobispo de la ciudad, Jean-Marc Aveline, quien le ha agradecido que, al igual que se despidió de Salus Populi Romani antes de abandonar Roma, su primera visita en Marsella fuera a la Virgen de la Guardia. «Los marselleses de todas las confesiones suben a esta colina para confiarse a esta Virgen, a quien llamamos la Bonne Mère» (la Buena Madre), le ha explicado el purpurado en su bienvenida. «Confiamos a la Virgen a todos los habitantes de las costas del Mediterráneo y a todos los que afrontan el peligro del mar», ha añadido.
Tras un breve rato de oración, Francisco ha compartido en la basílica una breve reflexión centrada en la Bonne Mère. «Es protagonista de un ternísimo cruce de miradas. Por un lado, la de Jesús, de la que siempre nos habla y cuyo amor refleja en sus ojos. Por el otro, la de tantos hombres y mujeres de toda edad y condición». Francisco ha proseguido señalando que Marsella, por su condición de «cruce de caminos de pueblos», se parecía mucho a la Virgen en ese sentido.
El Papa ha explicado cómo es esa mirada de Jesús que propone a los cristianos y marselleses. «Es una mirada que va de lo alto a lo bajo, pero no para juzgar sino para alzar a quien está en el suelo. Es una mirada llena de ternura que se refleja en los ojos de María». Ha invitado a los presentes a aprender de esa mirada y a «que no dejemos pasar un día sin hacer memoria de cuándo la hemos recibido». Ha pedido a los asistentes que se la apropiaran «para ser hombres y mujeres de compasión». Y los ha animado a «abrir las puertas de las iglesias, pero sobre todo del corazón, para mostrar a través de nuestra mansedumbre, amabilidad y acogida el rostro de nuestro Señor».
Finalmente les ha encargado «que los heridos por la vida encuentren un puerto seguro en vuestra mirada, ánimo en vuestro abrazo y una caricia en vuestras manos». Y que «por muchas ocupaciones que tengáis en el día, no dejéis, por favor, que pierda peso el calor de la mirada paterna y materna de Dios».