Robert Guédiguian, a sus 70 años y con una larga filmografía a sus espaldas, es uno de los mejores directores franceses vivos. Siempre ha hecho un cine con planteamientos sociales de izquierdas, coherentes con su adscripción política. Pero si nunca ha faltado en sus películas un profundo trasfondo humanista, con el paso del tiempo este humanismo ha ido teniendo cada vez más peso dramático en su filmografía. Ello resulta especialmente evidente en su última película, Que la fiesta continúe, coescrita con Serge Valleti, con el que ya había colaborado en tres guiones anteriores.
El argumento se sitúa en Marsella, y aunque es una película claramente coral, todo gira en torno a dos personajes, Rosa (Ariane Ascaride) y Henri (Jean-Pierre Darroussin). Rosa es enfermera y está a punto de jubilarse. Tiene dos hijos, Minas, casado, y Sarkis, que se acaba de prometer con Alice (Lola Naymark). Y Henri es un viudo cuya hija es precisamente Alice. Por último, deambula por la película Tonio (Gérard Meylan), el hermano vividor de Rosa, que comparte piso con la joven Laëtitia, enfermera que trabaja con Rosa. Entre Rosa y Henri irá naciendo un sentimiento que se transformará en amor.
Cada personaje tiene su sueño. Rosa duda si presentarse a las elecciones municipales; Henri desea estar más presente en la vida de su hija Alice; Alice quiere implicarse políticamente en la vida del barrio, enormemente deteriorado; Sarkis quiere tener muchos hijos con Alice para continuar su estirpe armenia y Minas quiere ir a Armenia a ayudar a su pueblo en guerra. Pero cada uno de estos sueños tiene su obstáculo, que solo podrá ser afrontado gracias al apoyo y cariño de la propia familia. Con todo el telón de fondo social y político que envuelve la película, esta es ante todo una cinta sobre el amor y sobre la familia. La familia como primera política, como lugar desde el que las cosas pueden empezar a cambiar.
Esta historia está contada con una exquisita sensibilidad por parte de Guédiguian, que incluye muchas vivencias personales. El compás de la película está marcado por el tempo pausado del amor que va naciendo entre Rosa y Henri —interpretados de manera insuperable—, que ven la vida con más paciencia y sabiduría que sus hijos, los cuales están en otro momento vital. El inteligente guion llena la trama de pequeños y valiosos temas que se van sembrando discretamente a lo largo del filme: la inmigración, la adopción, la maternidad, el drama armenio, el desencanto de la izquierda, la nostalgia del padre, la dureza del trabajo, el valor de la tradición, las políticas sociales, la soledad, la tercera edad, y un largo etcétera. Un aparente rompecabezas que adquiere sentido a través, fundamentalmente, del corazón grande y generoso de Rosa, un corazón en el que se van metiendo todos los personajes para sanase.
Gédiguian nos deja una de sus películas más completas y maduras. Llena de amor y de agradecimiento por la vida.
Robert Guédiguian
Francia
2023
Comedia
Pendiente de calificación