«Cuento los minutos para que pasen estos días. Me molesta que me digan que estoy un poco más gorda o las ocurrencias políticas de mi cuñado». Estupefacta, miro a la pantalla del televisor al escuchar de fondo esta declaración. Es el telediario. A continuación, una psicóloga da unos tips para «sobrevivir a las navidades». Cómo hemos llegado a esto. Qué ha sucedido para que ensombrezcamos la noche en la que nace el Amor que cambia la historia con la estampa de una cena de felicidad, en ocasiones obligada, o de profunda tristeza. Si bien es admirable que todas las familias se junten —al menos una vez al año— y que el ambiente esté lleno de buenos deseos, algo realmente casi milagroso, el núcleo de la Navidad —no las navidades— es que el Tesoro se nos ha dado, un Niño nos ha nacido. Gracias a eso, nunca más estaremos solos, porque como dijo el cardenal Cobo en su mensaje navideño, «nuestra existencia es acompañada». Y desde esa certeza la felicidad en familia, las discusiones con el suegro, las uvas en un hospital, la dureza de una separación, la desesperación en medio de las bombas, cobran su único sentido.