Que Dios la bendiga - Alfa y Omega

Que Dios la bendiga

Maica Rivera

Era octubre de 1965 cuando Carmen Laforet viajaba a EE. UU. por primera vez, invitada por el Departamento de Estado norteamericano. Recorrió el país de este a oeste y de norte a sur en un periplo de dos meses y medio del que guardó memoria viva en notas tomadas en trenes y habitaciones de hotel. Convirtió estos apuntes sobre la marcha en una serie de crónicas para La Actualidad Española, recopiladas en este libro publicado originalmente en 1967 por Planeta y que ahora reedita Menoscuarto.

Las primeras impresiones de la autora remiten a un capellán del barco en el que viaja, un vasco fuerte, alto y simpático, que se le ofrece como cicerone y pronto le manifiesta su preocupación de que el capitán adelantase un día la llegada para poder coincidir con Pablo VI en Nueva York, todo un acontecimiento comentado en los círculos en los que se movía Laforet. Proliferan a partir de aquí las anécdotas relacionadas con la temática religiosa. Todas las iglesias católicas que llega a conocer son cómodas, limpias y cálidas, la más concurrida que visita es la catedral de San Patricio en Nueva York, que le parece muy pequeña en comparación con los edificios que la rodean.

Entre los recuerdos inolvidables que Laforet plasma, y que dan el tono sereno y confortable, está el de sentarse en un banco de piedra en el jardín de la pequeña y vieja iglesia protestante más antigua de Washington, entre la lluvia de hojas otoñales, junto a todos esos amigos que lo dejan todo por acompañarla y enseñarle la belleza de la ciudad. No se sorprende cuando la invitan a comer en la basílica católica de Nuestra Señora de la Concepción, porque sabe de su enormidad y que su piso bajo está destinado enteramente a comedores y cocinas, y también está familiarizada con el sentido práctico americano: al realizar la construcción, pensaron inmediatamente en el descanso y el refrigerio de los creyentes. Deja testimonio de que ve allí toda clase de «gentes, razas y colores; sacerdotes, frailes, seglares de todo tipo, chicos y chicas, viejos y niños». Nos dice que aquella cafetería luminosa bajo la imagen de Nuestra Señora «de verdad parecía aquella mañana una representación de la catolicidad, de la universalidad, sobre los platos de pavo y las ensaladas americanas». Sin embargo, el problema racial siempre estará de trasfondo y preocupación.

Más que universidades, desde el principio la escritora manifiesta su deseo de visitar fábricas, hospitales y barrios característicos. De su último día en Springfield, da detalle de su visita al hospital St. John, filmada para la televisión local. Se trata de una clínica particular propiedad de una orden de hermanas franciscanas, donde una de ellas la invita a una taza de café mientras responde sus preguntas sobre el número de camas y médicos especialistas. En conjunto, suman un equipo de 1.300 empleados que se completa con un grupo voluntario de señoras y señoritas de la ciudad que acompañan a los familiares mientras el enfermo está en el quirófano, recogen noticias del curso de la operación, y confortan en los casos graves.

De todas las personas con las que Laforet comparte confidencias destaca, en San Francisco, una señora boliviana, rica venida a menos, elegante y bella, que le detalla su conversión para explicarle cómo había conocido la felicidad solo hacía pocos años, a raíz de un encuentro profundo con Dios «y, a través de Él, con mi verdadera personalidad», le confiesa.

Se remata la experiencia íntima de la autora en Southwest, con el pasaje protagonizado por el director de la high school Southwest, que había sido profesor de su hija y que emplea una fórmula de despedida que sobrevuela todo el libro: «Que Dios la bendiga».

Mi primer viaje a USA
Autor:

Carmen Laforet

Editorial:

Menoscuarto ediciones

Año de publicación:

2022

Páginas:

280

Precio:

19,90 €