Los que llevamos el fuego - Alfa y Omega

Los que llevamos el fuego

Maica Rivera
Fotograma de la película La Carretera. Foto: ABC.

Esta semana sale a la venta una nueva edición de La carretera, obra maestra de la literatura contemporánea. Es importante (re)leerla para ir haciendo músculo lector de cara a la estrella indiscutible de nuestro otoño: Cormac McCarthy. Hace 16 años de la publicación original de este título, la última obra de McCarthy que, en breve, dejará de serlo, porque la larga espera toca a su fin: el 10 de noviembre nos llegan no una, sino dos nuevas novelas del estadounidense, El pasajero y Stella Maris, relacionadas entre sí y, por tanto, reunidas en un solo volumen.

La carretera fue premio Pulitzer en 2007. Dos años después era llevada al cine por John Hillcoat. Tal vez por eso muchos lectores ponemos ya para siempre al protagonista la cara ajada de un Viggo Mortensen encapuchado, harapiento y exhausto. Se trata de una novela de ciencia ficción posapocalíptica que narra el viaje de un padre y su hijo a lo largo del vasto territorio norteamericano. A cada paso descubrimos el sinfín de horrores que esconde el paisaje que atraviesan, calcinado por lo que debió de ser un holocausto nuclear. Los personajes dirigen sus castigados pies en dirección al sur, hacia el mar, aunque albergan pocas expectativas de que este siga siendo azul. Arrastran penosamente un carrito de exiguos víveres y utensilios, bajo lluvias de ceniza y latigazos de frío, derrumbamientos de árboles en cadena y el acecho de robos y emboscadas sin tregua. La dureza de las condiciones de vida sobre el terreno yermo ha desatado la barbarie entre los hombres, el hambre causa estragos y bandas de caníbales imponen su ley del terror más allá de todo juicio moral.

Sobre este mundo hostil y despiadado, en el que apenas quedan vestigios ni memoria alguna de civilización, el amor del padre por el hijo, al que protege sobre todas las cosas, se mantiene como ancla para la eternidad, firme e indestructible. Sin embargo, no sabemos quién cuida más de quién, porque lo cierto es que el niño, último bastión de los valores humanos y espirituales, es la conciencia del padre, cuya integridad blinda sin descanso. Es él quien salva al progenitor a diario de sucumbir en los abismos de la desesperación y le recuerda lecciones bien aprendidas de su parte, como la obligación de cumplir todas las promesas hechas, incluso las ínfimas, porque si no, ¿cómo serías después capaz de cumplir las grandes? El niño es un ángel que resplandece en la negrura; así es capaz de verlo hasta el anciano más mezquino e ingrato a quien el pequeño socorre desinteresadamente en la cuneta poniendo en riesgo su propia supervivencia, sin dudar ni pensárselo dos veces. Cada vez más flaco, llega a ser casi translúcido según se va nos va revelando como criatura mística que preserva, en medio de la pesadilla infernal, la visión cristiana del prójimo como hermano. No concibe matar a ningún ser vivo bajo ningún pretexto, no soporta la idea de que su padre o él puedan convertirse en asesinos, ni siquiera con el argumento de la defensa propia. Porque nosotros, dice, repite, insiste, «somos los buenos». Porque nosotros, le corrobora a menudo el padre, somos portadores del fuego; y, al final le confiesa, en un suspiro o despedida, lo que los lectores ya sabíamos para entonces, que el fuego (no parece muy difícil pensar aquí en la identificación con el Espíritu Santo) es algo que no depende del encendedor ni de la pistola de bengalas, porque lo lleva el niño dentro.

El pequeño representa la bondad absoluta; es, tal vez, el único ser humano que cree en Dios con una fe inquebrantable a prueba de sufrimientos. Por eso, contra todo pronóstico, en el momento de mayor oscuridad, sabremos por él que aún queda esperanza sobre la Tierra.

La carretera
Autor:

Cormac McCarthy

Editorial:

Literatura Random House

Año de publicación:

2022

Páginas:

216

Precio:

17,95 €