Puertas Abiertas denuncia un empeoramiento de la persecución contra los cristianos
La pandemia de COVID-19 ha acentuado situaciones previas de vulnerabilidad de las minorías religiosas y en cambio ha permitido fortalecerse a los grupos armados y a los gobiernos totalitarios que las persiguen
El año 2020 ha sido testigo de un incremento significativo en la persecución contra los cristianos, y la pandemia de COVID-19 es uno de los factores clave. Lo desvela la Lista Mundial de la Persecución 2021, presentada este miércoles por la organización Puertas Abiertas. El empeoramiento de la situación es tal, que este año por primera vez los 50 países que encabezan este triste ranking muestran un nivel de persecución al menos «muy alto». De ellos, los 12 primeros sufren una persecución «extrema».
Otro dato preocupante es que, aunque los ataques a iglesias y las detenciones de cristianos se han reducido en distintos grados, ha aumentado en un 60 % el número de cristianos asesinados por su fe, de 2.983 registrados en el informe del año pasado a 4.761. El 91 % de estos asesinatos tuvo lugar en África, sobre todo en Nigeria. Por este motivo el país más poblado de África pasa a estar entre los diez primeros de la Lista Mundial de la Persecución, por primera vez desde 2015 (en pleno apogeo de Boko Haram).
También se incrementó en un 63 % la cifra de cristianos que han sido secuestrados por su fe, de 1.520 a 1.710. Desde un punto de vista global, uno de cada ocho cristianos del mundo vive en uno de los 74 países con un nivel de persecución alto, muy alto o extremo.
Sin ayudas si eres cristiano
El coronavirus ha influido en esta realidad, sobre todo agravando situaciones previas de vulnerabilidad social, cultural, económica o estructural que ya existían antes. Ha ocurrido con la pobreza o el trabajo informal, pero también con la discriminación religiosa. Así, por ejemplo, el informe de Puertas Abiertas recoge que, de 100.000 cristianos atendidos por sus entidades colaboradoras, el 80 % habían tenido problemas para recibir alimentos en lugares de distribución establecidos para ello durante el confinamiento.
Para poder obtener comida, algunos «recorrieron kilómetros hasta otros lugares» donde no los conocían «y escondieron su cristianismo». Sucesos similares, en los que a los cristianos se les niega la ayuda o se les da menos que a los miembros de la religión mayoritaria, han ocurrido también en Myanmar, Nepal, Vietnam, Bangladés, Pakistán, Asia Central, Malasia, el norte de África, Yemen, Sudán y Nigeria.
Culpables de la pandemia
En Somalia, por otro lado, el grupo islamista Al Shabaab culpó a Occidente de la pandemia, afirmando que el virus fue propagado «por las fuerzas cruzadas que han invadido el país y los países incrédulos que las apoyan». Algo similar ocurre en algunos países del Sahel, donde algunos grupos islamistas han alentado a hacer la yihada los infieles porque por su culpa «Alá nos castiga a todos» con la pandemia. La pobreza y la falta de empleo para los jóvenes y la ausencia del Estado son otros elementos que contribuyen a su fortalecimiento.
En toda la región, los terroristas no han entendido de confinamientos, y la Iglesia se ha enfrentado a un incremento del 30 % en la violencia. Preocupa también su expansión en los últimos años en zonas como Cabo Delgado (Mozambique), donde desde 2017 se han producido 1.150 muertes en 600 y 300.000 personas se han visto obligadas a desplazarse. Por este motivo, el país se sitúa entre los 50 primeros de la lista, en el puesto 45º. Lejos de África, la pandemia ha reforzado también el control que ejercen sobre la población grupos armados y de narcotraficantes en América Latina, sobre todo en México.
Dada la incidencia que está teniendo la pandemia en la falta de libertad religiosa, el informe hace un llamamiento a los gobiernos y organizaciones internacionales a que inviertan recursos en investigar este fenómeno de forma «exhaustiva». Y, en consecuencia, elaborar políticas al respecto, con programas de ayuda internacional que tengan en cuenta la vulnerabilidad de las minorías religiosas y la doble vulnerabilidad de sus mujeres.
Vigilancia en China
En su informe, la entidad protestante expresa su preocupación por otro fenómeno vinculado a la pandemia: cómo la lucha contra la propagación del virus está legitimando el aumento de la vigilancia por parte de gobiernos autoritarios y totalitarios. En China, asegura, «millones de cámaras de videovigilancia incluyen programas avanzados de reconocimiento facial vinculados al Sistema de Crédito Social», que puntúa a las personas en función de su grado de lealtad al régimen. En las provincias de Henan y Jiangxi, esas cámaras están ya en los edificios religiosos aprobados por el Estado.
Por otro lado, en pleno pico de la pandemia en febrero y en el marco de las restricciones de las reuniones, la Oficina de Asuntos Religiosos de Jilin exigió que se investigaran las reuniones en iglesias domésticas. Este incremento del control, junto a la continuidad de otro tipo de restricciones, hace que China ocupe este año el puesto 17º de la lista de Puertas Abiertas, volviendo después de diez años al top 20.
Dentro de este sombrío análisis, Puertas Abiertas destaca uno de los pocos casos positivos: Sudán. Este país del este de África pasa de la 7ª a la 13ª posición de la lista como consecuencia del proceso de reformas legales emprendido con la aprobación en 2019 de una constitución provisional. Esta garantiza la libertad de religión, omite la sharia como fuente de derecho y no establece el islam como religión de Estado. También se ha abolido la pena de muerte por apostasía. La mejora, con todo, es aún incipiente porque «hay mucha resistencia a esos cambios radicales después de 30 años».