Prudencia tras el final del Estado de alarma

Jóvenes –y no tan jóvenes– se juntaron en distintos puntos de España para celebrar el final del Estado de alarma entre gritos, ebrios, sin distancia social e incluso sin mascarillas. Y aunque es cierto que estas imágenes se producen tras meses de fuertes restricciones y no reflejan la actitud mayoritaria de la población, son bochornosas porque denotan egoísmo e irresponsabilidad.

La vacunación avanza en España y la presión hospitalaria mantiene una tendencia a la baja, pero el virus sigue al acecho y continúa golpeando con virulencia otras zonas de este mundo interconectado. Ahora yerran quienes piensan que hemos derrotado a la COVID-19, olvidan el dolor acumulado y viven como si lo que pueda ocurrir a otros no fuera con ellos. También yerran quienes sostienen que la solución mágica es encerrar a la población de nuevo y seguir limitando derechos fundamentales, recurriendo para ello a chapuzas legales.

Con prudencia y sentido común, hay que ir recuperando una vida más parecida a la que teníamos, sin dejar atrás a quienes más están sufriendo las consecuencias de la pandemia. De nuevo, la clave es sabernos hermanos y así responsables unos de otros.