Id y haced discípulos a todos los pueblos: la gran exhortación misionera sigue siendo actual hoy. Se os dirige también porque es necesaria para vuestro camino de fe personal. Juan Pablo II escribió: La fe se fortalece dándola. El compromiso misionero es una dimensión esencial de la fe; no se puede ser un verdadero creyente si no se evangeliza.
Os aconsejo que hagáis memoria de los dones recibidos de Dios para transmitirlos a su vez. Aprended a leer vuestra historia personal, tomad conciencia de que formamos parte de una enorme cadena de hombres y mujeres que nos han transmitido la fe, y que cuentan con nosotros para que otros la reciban.
A menudo, habéis experimentado la dificultad de que vuestros coetáneos participen en la experiencia de la fe. ¿Qué se puede hacer? Sobre todo, con vuestra cercanía y vuestro sencillo testimonio abrís una brecha a través de la cual Dios puede tocar sus corazones. El anuncio de Cristo no consiste sólo en palabras, sino que debe traducirse en gestos de amor.
Queridos amigos, nunca olvidéis que el primer acto de amor hacia el prójimo es compartir la fuente de nuestra esperanza: Quien no da a Dios, da demasiado poco. Quisiera que cada uno se preguntase: ¿He tenido alguna vez el valor de invitar a alguien a descubrir la fe cristiana? No tengáis miedo. Invocad al Espíritu Santo: Él os guiará y os hará creativos para transmitir el Evangelio. Cuando os sintáis incapaces y débiles, no temáis: la evangelización no es iniciativa nuestra; no se basa en nuestra fuerza, sino en la de Dios.
Primero tenemos que hablar con Dios para poder hablar de Dios. En la oración, le encomendamos al Señor las personas a las que hemos sido enviados y le suplicamos que les toque el corazón; y pedimos a Cristo que ponga las palabras en nuestros labios.
Queridos jóvenes, necesitáis a la Iglesia; nadie puede ser testigo del Evangelio en solitario. Que nada os haga renunciar a llevar a Cristo; cada uno de vosotros es valioso en el gran mosaico de la evangelización. Sabemos que el Espíritu Santo se regala a los que, en pobreza de corazón, se ponen a disposición del anuncio. No tengáis miedo. Jesús, Salvador del mundo, está con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
Del Mensaje para la JMJ Río 2013