«Primero, el sagrario; de él, sacaremos fuerzas y medios»
Ayer se cumplieron ocho años desde que el Beato Juan Pablo II canonizó, en la Plaza de Colón, de Madrid, al padre José María Rubio. Uno de sus legados, la fundación de la Obra de las Marías de los Sagrarios en la capital, celebra, este año, su primer centenario: 100 años de compañía al Señor en el sagrario, pero también de ayuda a la Iglesia para que, en cada tabernáculo, el Señor esté bien cuidado
En el año 2003, tuvimos el regalo del Señor de recibir en Madrid al Santo Padre Juan Pablo II, quien, el 4 de mayo canonizó a nuestro padre fundador, san José María Rubio. La Presidenta de las Marías le hizo entrega de una custodia como símbolo de la primera finalidad de nuestra Obra: nuestro amor al Santísimo, y también se le hizo entrega de un alba y una caja con formas de nuestros talleres de la Casa de Betania. Fue un día para no olvidarlo nunca.
Mirando al Sagrado Corazón
El canónigo de Zaragoza, don Tomás Ruiz del Rey, recoge en su libro Vida del padre Rubio cómo nació en Madrid la asociación privada de fieles Obra de las Marías de los Sagrarios, de la que este año se cumplen cien años: «Sin olvidar la intensa vida de piedad y dedicación especial a los más pobres y necesitados, a los suburbios, las catequesis en los pueblos y la vida de intenso sacrificio y oración del padre Rubio durante toda su vida de sacerdote, hoy trato de reducirme a relatar su vida desde su llegada a Madrid, el 16 de julio de 1911, cuando fue destinado por el superior de la Compañía de Jesús al primer monasterio de salesas establecido en la calle de Santa Engracia de Madrid, como Director de la Guardia de Honor del mismo». Esa primavera -recuerda el sacerdote-, su Presidenta había leído el librito sobre las Marías de los Sagrarios-Calvarios, escrito por su fundador, don Manuel González. Le gustó tanto, que se lo dijo al padre Rubio, y éste, encantado con la obra de celo eucarístico, lo organizó entre las señoras del centro de la Guardia de Honor. Ese mismo año, se había celebrado en Madrid el Congreso Eucarístico Internacional, y esto ayudó. El padre Rubio solicitó la aprobación del fundador, don Manuel González, que aplaudió la iniciativa. Para la festividad de la Inmaculada, había reunido ya a muchas asociadas, que hicieron su consagración personal al Sagrado Corazón de Jesús como Marías de los Sagrarios.
Además de encargarse de atender diversos sagrarios por todo Madrid, en la sede de las Marías -la Casa de Betania anteriormente citada, situada en la calle Claudio Coello, 32- se encuentra la Capilla Expiatoria donde se expían, con la adoración silenciosa, tantos agravios y pecados que ofenden a Dios Nuestro Señor. Se pretende fortalecer el espíritu de reparación y amor a Dios, presente en el tabernáculo. Además, hay un taller de ornamentos en el cual se confeccionan casullas, albas, capas pluviales, etc., a todos los sacerdotes que lo piden; y también un taller de formas para la Eucaristía. Al mismo tiempo, según la necesidad que tengan, se ayuda económicamente a algunas parroquias que se están formando y que lo necesitan.
Esta ayuda también se extiende a los misioneros de Kenia, a quienes, además de los ornamentos, se les han enviado máquinas de coser para que enseñen a las mujeres del lugar a coser. También se subvencionan los estudios a un seminarista keniata. Asimismo, en 2001, se entregó a un colegio católico de un pueblecito de Budapest (Hungría), muy deteriorado después de la invasión comunista y que no contaba con capilla, todo lo necesario para oficiar la Santa Misa, además de 65.000 pesetas para compartir con alguna otra iglesia necesitada.
En su día, llegó a haber 101 becas, con las que se sostenían distintos seminarios. También existían, y se van a formar de nuevo, las Marías Misioneras, niñas de los colegios de monjas, que se comprometían a rezar cada día por las misiones.
Todas estas cosas hay que seguir teniéndolas presentes, para que las Marías de los Sagrarios del siglo XXI no pierdan su carisma y sigan haciendo el bien en todas partes, poniendo siempre en primer lugar la devoción al Santísimo, y la ilusión de poder hacerle compañía. Han pasado cien años, y la obra continúa. No podemos dejar que desaparezca su espíritu, y debemos conseguir que vaya a más, por el mismo camino que empezó, sin desfallecer nunca: primero, el sagrario; en él, encontraremos las fuerzas y medios para ayudar a los que nos necesiten. Son muy importantes los retiros mensuales, y hacer lo imposible por no faltar a las velas cada quince días. Hay que fomentar esto enormemente, porque el amor a Dios crece según se fomenta y se le trata. Es muy importante, asimismo, ir a menudo a los pueblos y contactar no solamente con los párrocos, sino también con las personas piadosas de los mismos, informándoles sobre nuestro carisma, e incluso animando a que ellas también pueden ser Marías de los Sagrarios.
El Señor está en el sagrario, nos espera a ti y a mí para que le hagamos compañía, le hablemos y le dejemos que nos hable, en el silencio, oyendo lo que nos dice dentro de nuestro corazón; y desagraviándole por el mal que recibe y las ofensas que le hacen.
María Queipo de Llano