Se celebra el primer cursillo de cristiandad en una cárcel española
«Los presos se presentaban pidiendo perdón y llorando», afirma Paco Aguilar, presidente de Cursillos de Cristiandad de Murcia, donde ha tenido lugar la experiencia
«Con los presos hemos vivido ante al sagrario la mayor experiencia que he tenido en años. Se presentaban pidiendo perdón y llorando. No unas lagrimitas, no, sino un charco entero dejaban en el suelo, porque una cosa es llorar y otra cosa es no parar de llorar», cuenta Paco Aguilar, presidente de Cursillos de Cristiandad de Murcia tras haber realizado el primer cursillo que se ha dado jamás en una prisión española.
Ha sido en la cárcel Murcia II de Campos del Río, en días sueltos durante el puente de la Inmaculada, «y el Señor ha estado muy grande», tanto que al final del cursillo «nos pusimos todos a rezar el Padrenuestro y cuando llegaban las palabras del perdón a los pobres no les salían las palabras. Ha sido muy hermoso, el Señor ha derramado muchas gracias».
Todo surgió hace unos meses, cuando Aguilar llevaba en su corazón «cómo hacer realidad la llamada del Papa Francisco a acercarnos a las periferias, a los más alejados». No sabía cómo hacerlo hasta que Dios le puso la ocasión a la vista: un día visitaba a su madre en su residencia y conoció al capellán de la cárcel, que también tenía allí a su madre, y poco a poco empezó la colaboración, o como Aguilar dice, «las diosidades del Señor».
El capellán le pidió voluntarios para la casa de acogida que disfrutan los internos que alcanzan el tercer grado, y a raíz de ahí surgió la idea de celebrar un cursillo en la cárcel. Poco a poco «se nos fueron abriendo todas las puertas, y eso nos hizo ver que se trataba de una iniciativa del Señor».
Al final, participaron 21 internos aunque había más de 50 solicitudes. Con Instituciones Penitenciarias y la dirección del centro «muy receptivos a nuestra iniciativa», el cursillo tuvo lugar en varias sesiones entre el 6 y el 11 de diciembre.
Previamente, Paco se puso en contacto con los miembros de Cursillos que iban a participar, «y algunos se me echaban a llorar diciendo: “¿Cómo es que el Señor ha pensado en mí para esto?”. Han tenido una disponibilidad total».
Al llegar a la cárcel, sucedió algo poco común: «en apenas dos horas todos los internos nos habían contado sus delitos. No es normal que pase esto cuando ni siquiera te conocen. Confiaron mucho en nosotros desde el principio, y se abrieron de una forma nada habitual». Además, pese a que ese día y a esa misma hora jugaba el Mundial la selección española de fútbol, «se presentaron todos puntualmente».
Lo que sucede dentro de un cursillo de cristiandad no se puede desvelar para no influir en la experiencia de otros que aún no lo hayan hecho, pero la transformación ha sido tan grande que la jueza de vigilancia penitenciaria ya ha pedido a Cursillos repetir la experiencia esta vez con mujeres. «Los mismos funcionarios nos han dicho que ya han notado en los módulos un cambio en los hombres que hicieron el cursillo», dice Aguilar.
Se da el caso de que uno de los participantes ya ha obtenido la libertad, poco después de la experiencia, y ya ha sido integrado en una de las reuniones de grupo que el movimiento tiene en la región.
«A los que siguen dentro ya les hemos ofrecido el acompañamiento de dos personas a través de capellanía para hacer un seguimiento. Y a todos los vamos a esperar para estar con ellos también fuera de la cárcel. No les vamos a dejar solos», afirma el presidente de Cursillos de Cristiandad en Murcia.
Dentro del penal resuenan todavía los ecos del cursillo, y entre los internos hay alguno con todavía mucha condena por delante —desvela Aguilar—, que tras la experiencia comentaba: «Yo no he salido todavía de la cárcel por esto, para poder vivir esta experiencia. Esto es lo que yo necesitaba».