Por la defensa integral de la vida humana
La defensa de la vida resulta incompleta e incoherente si se queda solo en el principio y el final y se olvida del durante
Este viernes, 25 de marzo, la Iglesia recuerda la Anunciación, el momento en el que el ángel Gabriel anunció a María que iba a ser madre de Dios y Ella respondió con un sí confiado, valiente, que cambió la historia. Igual que Ella acogió de forma incondicional la Vida, la Iglesia alienta en esta jornada a Acoger y cuidar la vida, don de Dios. Coincidiendo con esta solemnidad tiene lugar la Jornada por la Vida, en la que los obispos de la Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida subrayan que «si Dios envía a su Hijo es porque ama al hombre», ama su vida y lo destina a «alcanzar la santidad». Según detallan, acoger la vida humana supone «acoger el primer don de Dios» y esto es «el comienzo de la salvación».
Cuando España ha apostado por la eutanasia –aprobada hace un año– y quiere seguir profundizando en la práctica del aborto, con crecientes cortapisas a la objeción de conciencia, la Iglesia sigue y seguirá defendiendo la vida desde la concepción hasta la muerte natural. Seguirá denunciando que acabar con una vida es «lo más contrario a la verdadera humanidad» –en expresión de los obispos– y alzará la voz a favor de los cuidados. Porque «una auténtica sociedad progresista» cuida todas las vidas, especialmente las de los más vulnerables, como los no nacidos, los ancianos o los enfermos, sin caer en trampas emotivistas o utilitaristas.
Con todo, la defensa de la vida resulta incompleta e incoherente si se queda solo en el principio y el final y se olvida del durante. Un creyente, como señala la subcomisión episcopal, debe también «custodiar la dignidad» de la vida y luchar para acabar con aquellas situaciones en las que esta se ve comprometida, como la esclavitud y la trata de personas, las guerras, el maltrato… Se trata de defender la vida, cualquier vida, de una manera integral, sin dejarse arrastrar por las ideologías de uno y otro lado. Hay que ser, como piden los obispos, «centinelas del Evangelio de la vida».