Pollos para combatir el impacto de la sequía
El cambio climático causa hambre en el desierto de Turkana. Religiosas como María Soledad, con el apoyo de Manos Unidas, alimentan a los niños y acompañan a los ancianos que ya no pueden ser nómadas
«Antes, el agricultor sabía cuándo era el cambio de estaciones. Ahora siembra cuando considera que vendrá la lluvia, pero al final no llega y la producción es mínima», explica a Alfa y Omega María Soledad Villigua. Esta hermana de las Misioneras Sociales de la Iglesia es ecuatoriana y desarrolla su misión en el desierto de Turkana, en la frontera norte de Kenia con Sudán del Sur y Etiopía. Está visitando Madrid para apoyar la Campaña contra el Hambre de Manos Unidas. El lema El efecto ser humano pretende explicar, según la entidad, «cómo la desigualdad medioambiental está afectando a millones de personas, sobre todo del sur global». Con este motivo, convoca el 9 de febrero el Día del Ayuno Voluntario. El domingo día 11, en su Jornada Nacional, la colecta de las Misas en España se destinará a sus programas.
Villigua narra que, fruto del cambio climático, «este año tuvimos muy mala cosecha» en Lokitaung, el pueblo donde su congregación está presente desde hace 23 años. «Dejó de llover durante cinco meses y el maíz fue muy pequeño». Una dinámica que se da desde hace cinco años y deja sin cereales a los cinco millones de locales. También sin ganado. «Si una persona tenía diez cabras, ha perdido la mitad. Y el que tuviera seis u ocho vacas, tuvo que sacrificar a todas menos a una para mantenerse».
Para combatir los efectos de la carestía, las Misioneras Sociales de la Iglesia tienen en Turkana once centros nutricionales. «Alimentamos a 2.220 niños». Allí les proporcionan githeri, «una combinación de maíz seco con judías». Para los bebés preparan «un puré de maíz molido con leche en polvo». Pero buscando soluciones más sostenibles a largo plazo, con apoyo de Manos Unidas están fomentando la cría de pollos. El suyo es uno de los 488 proyectos de desarrollo aprobados por esta organización en 55 países de África, América y Asia y que benefician directamente a 1,7 millones de personas. Los pollos necesitan menos agua que las vacas, son más respetuosos con el suelo que las cabras y, a diferencia del cerdo, son compatibles con la cultura local. Además, facilitan que se asiente la población seminómada, siempre en busca de agua para el ganado; una lucha por sobrevivir en la que dejan atrás a quien no sigue el ritmo. «Alguien con 50 años ya es un anciano porque no se ha alimentado bien. Estas personas son abandonadas a su suerte en el desierto, donde mueren lentamente», lamenta la misionera. Ella y sus hermanas las recogen «y tratamos de sostenerlas». Aunque muchas veces su labor se limita a acompañarlas para que «tengan una muerte digna».
Villigua apunta que la creciente aridez tiene efectos insospechados. Por ejemplo, en Eldoret, una región montañosa, había llevado a las mujeres a, en vez de dedicarse a otros cultivos, producir chang’aa, un tóxico destilado de maíz que puede llegar a los 86 grados y que les había generado alcoholismo al catarlo continuamente durante la elaboración. Pero también está convencida de que las regiones secas pueden salir adelante aunque la tierra les dé poco. En esta región, con varios microproyectos, las religiosas les han ofrecido una alternativa organizando a un grupo de 100 mujeres antaño enganchadas. «Es un proceso lento, pero al aprender a coser y proveerlas de pollos, pueden encontrar otra manera de sostener a su familia».
En la mañana del martes 6 de febrero, Manos Unidos ha presentado en la Asociación de la Prensa de Madrid su Campaña contra el Hambre bajo el lema El efecto ser humano. La cita, que este año coincide con el 65 aniversario de la entidad, está centrada en 2024 en las consecuencias del cambio climático en los países en vías de desarrollo. Cecilia Pilar Gracia, presidenta de la organización, ha denunciado «cómo el maltrato al planeta afecta en mayor medida, y con consecuencias mucho más devastadoras, a millones de personas desfavorecidas que habitan en países que poco o nada han contribuido».
Entre los testimonios en la presentación de la campaña, aparte de la religiosa María Soledad Villigua, ha hablado Donald Hernández, socio local de Manos Unidas y defensor de los derechos humanos de los pueblos indígenas en Honduras. La situación del clima en su país pasará de severo a agudo en 2030, pese a que los hondureños solo son responsables del 0,03 % de la emisión de gases de efecto invernadero en el mundo. El activista responsabiliza a «las concesiones mineras a cielo abierto; las producciones de monocultivo como la palma africana o el maíz transgénico». Todo ello «está provocando un alto costo para las comunidades más vulnerables, provocando el desplazamiento de personas de sus propios territorios».
Durante la rueda de prensa se ha presentado también un informe sobre la opinión de los jóvenes en cuanto a la «injusticia climática». El 75 % de los españoles entre 18 y 42 años piensan que la crisis climática es real, una cuestión sobre la que están significativamente más concienciadas las mujeres.