Ana María, sierva de San José: «Podemos transformar el mundo desde el trabajo sencillo»
Ana María tiene 57 años, nació en Villagarcía de Campos (Valladolid) y los últimos 28 años los ha pasado trabajando en Cuba. Está de paso por Madrid. Es sierva de San José, congregación fundada en 1874 en Salamanca por el jesuita Francisco Butinyà y santa Bonifacia Rodríguez
¿Celebras el Día de la Mujer Trabajadora?
Por supuesto. Nosotras nos definimos como mujeres consagradas trabajadoras. Y no sé si sabes que a santa Bonifacia –fundadora de la congregación– la Conferencia Episcopal está estudiando declararla patrona de la mujer trabajadora.
Ahí está la clave de vuestro carisma y misión.
El carisma es hermanar oración y trabajo, y apostamos por la mujer trabajadora. Somos de espiritualidad ignaciana y lo que pretendieron nuestros fundadores, que además eran hijos de trabajadores manuales, era apostar por las mujeres trabajadoras. La congregación nació en un taller.
Esto suena a izquierdas.
En aquella época, 1874, no se entendió mucho y se trató de ocultar. De hecho, a santa Bonifacia la destituyen como superiora sus propias hermanas de Salamanca, pues no se entendía el carisma.
Una apuesta original en aquel tiempo.
En la prensa de Cataluña se critica al jesuita Francisco Javier Butinyà porque había creado una congregación de monjas fabricantas.
Parece que los santos nacen antes de tiempo.
Butinyà se dio cuenta de la posición de las mujeres en el mundo del trabajo y quería sacarlas de esa esclavitud que vivían en las fábricas. Cuando llegó a Salamanca, Bonifacia le dijo que quería ser monja, y él le respondió: «Tú y yo vamos a fundar una congregación de mujeres trabajadoras».
Las raíces las tenéis en el Evangelio.
Miramos a la familia de Nazaret, cómo trabajaban Jesús, José y María, cómo se ayudaban.
Y en el trabajo encontrar a Dios.
En nuestras Constituciones decimos que todo tipo de trabajo, sea el que sea, tiene que convertirse en un lugar donde nos podamos encontrar con Dios.
¿Cómo se consigue?
Nuestros fundadores nos enseñaron a pararnos y elevar una jaculatoria, que puede ser cualquier oración. Eso te va alimentando por dentro y te ayuda a encontrar a Dios en el trabajo.
¿Qué tipo de obras tenéis?
En España nos hemos dedicado mucho a colegios y residencias de universitarias. Y tenemos una lavandería en Madrid donde damos trabajo a mujeres.
Llamáis a vuestras comunidades talleres.
Sí, a nuestras casas las llamamos Taller de Nazaret. No vivimos en conventos, sino en comunidad-taller. Es el lugar de trabajo y encuentro con Dios.
¿Cómo empezó tu vocación?
En un campamento, un día al rezar sentí la experiencia de encuentro con Jesús. En la misma oración supe que quería ser religiosa.
Y te fuiste al noviciado.
Mi madre me dijo que lo pensara más. Yo era maestra, empecé a preparar oposiciones y en la Pascua aparecieron las Siervas de San José. Nos contaron su carisma y me hablaron de trabajo y oración hermanados, y ahí encontré la chispa.
[En este momento de la entrevista, llega otra hermana y empiezan a recordar una canción: «Trabajar es colaborar con el Señor para hacer un mundo más feliz; trabajar es parecerse a Dios que hizo el universo con amor»].
Ser colaboradoras con Dios en la creación.
Promovemos una espiritualidad transformadora desde el Evangelio. Podemos transformar la sociedad desde el trabajo sencillo. Esto lo unimos a sentirnos colaboradoras con Dios en la creación.