Pironio, inspirador de las Jornadas Mundiales de la Juventud
El cardenal argentino será beatificado el sábado en Luján. Sus cercanos subrayan su apuesta por los laicos. «Debemos ser ministros de misericordia», decía
Todas las personas contactadas por este semanario para preguntarles por Eduardo Pironio lo definen igual: «Era un hombre de Dios». Laura Moreno, argentina y delegada episcopal de Jóvenes de la archidiócesis de Madrid lo conoció primero a través de sus textos y fue en 1985 cuando pudo tratarlo, durante un encuentro de jóvenes en la diócesis argentina de Córdoba. «Te daba la sensación de que, aunque estuviera con muchas personas, cuando hablaba contigo el tiempo se detenía», cuenta esta laica teresiana a Alfa y Omega. Ella es una de las miles de personas que viajarán a Luján el 16 de diciembre para participar en su beatificación.
Moreno recuerda de su compatriota cómo consiguió hacerle sentir que «cuando eres joven, el mundo se puede conquistar». Y explica que hoy se le recuerda «como el inspirador de las Jornadas Mundiales de la Juventud; lo dicen todos los que estuvieron en sus propias comisiones y nosotras, que fuimos las primeras en vivirlo».
Carmen Aparicio, también laica teresiana y que trabajó junto al cardenal entre 1989 y 1996, mientras este presidió el Pontificio Consejo para los Laicos, achaca el origen de las JMJ a dos éxitos del argentino: el Jubileo de los Jóvenes de 1984 y la Jornada Mundial de la Juventud de 1985 que, en principio, jamás trascendería Roma. Fue posible gracias a la implicación de Pironio en el pontificio consejo, aunque en un principio no fuera su destino ideal. «Le costó pasar a allí desde la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica; fue un momento de sufrimiento, pero en la dificultad no se ablandó e impulsó a los laicos a tomar conciencia de que, ahí donde estén, está realizando la misión de la Iglesia», considera Aparicio, quien recalca que el cardenal «nunca perdió la esperanza y la misericordia».
La extrabajadora del Pontificio Consejo para los Laicos considera, además, que hay mucho de Pironio en Bergoglio, quien reveló en 2002 durante un congreso en Buenos Aires su estrecha amistad con el futuro beato. «Cuando Pironio hablaba con los sacerdotes les decía: “Si a los cristianos no les dejamos ver la misericordia, ¿cómo van a sentir que Dios los ama? Tenemos que ser ministros de misericordia”», recuerda Carmen Aparicio, quien opina que su antiguo jefe «es testigo de que, en un momento en que la Iglesia vive momentos de desacreditación, hay pastores que realmente lo han sido».
Estos dos argentinos quedarán unidos el 16 de diciembre por un amigo en común, el cardenal Fernando Vérgez. Presidirá la Misa de beatificación en nombre del Papa y trabajó entre 1975 a 1998 para Pironio. «Me siento profundamente agradecido por esta decisión que me da la oportunidad de estar una vez más al lado del hombre del que fui secretario durante tanto tiempo», confiesa a Alfa y Omega. A juicio del purpurado, el rasgo clave del futuro beato es «su apertura a los laicos». «Con su sonrisa y humildad, el cardenal supo abrir una brecha en el corazón de muchas personas y encender en ellas la llama del Evangelio. Fue un gran comunicador, pero también un gran testigo, con un ejemplo de vida que le hizo ser respetado y apreciado», sentencia.
Finalmente, el obispo argentino Carlos Malfa, quien fue secretario de Pironio mientras fue obispo de Mar de Plata entre 1972 y 1975, recuerda sus palabras cuando cumplió 50 años como sacerdote: «Cómo quisiera yo, al final de mi camino, que algún joven retomara la antorcha de esperanza que yo estoy a punto de entregar a los que son capaces de decir que sí y permanecer fieles».