La «doctora de la sopa de pan» será beata, y Pironio, venerable

La «doctora de la sopa de pan» será beata, y Pironio y la española Juanita, venerables

El cardenal argentino Eduardo Pironio fue el arquitecto de las Jornadas Mundiales de la Juventud y una figura clave de la Iglesia hispanoamericana

María Martínez López
Pana, Pironio y Juanita
Maria Constanza Panas, el cardenal Pironio y Juanita Méndez.

El Papa Francisco ha aprobado este viernes el milagro que hará posible la beatificación de la religiosa italiana Maria Constanza Panas. Y, con el visto bueno a sus virtudes heroicas, acerca a los altares al cardenal argentino Eduardo Pironio, figura clave de la Iglesia latinoamericana del post-concilio y cofundador de las JMJ.

Maria Constanza Panas nace en Italia en 1896 con el hombre de Ana Pacífica. Desde los 6 a los 14 años está a cargo de un tío sacerdote, pues sus padres se vieron obligados a emigrar a Estados Unidos. A los 17 años, empieza a trabajar como maestra. En su diario espiritual relata su progreso espiritual, que incluyó el hacer voto de no escribir más que sobre Jesús y para Jesús.

En 1917, tras superar la fuerte oposición de su familia, entra en el monasterio de las clarisas capuchinas de Fabriano. Diez años después es elegida maestra de novicias, y en 1936 abadesa. Lo fue durante 16 años consecutivos, y de nuevo desde 1955 hasta su muerte.

Además del gobierno de las religiosas, destacó por la caridad con quienes acudían al monasterio, la maternidad espiritual de sacerdotes y su abundante correspondencia. Por todo ello se ganó el apodo de la «doctora de la sopa de pan». Pasó sus últimos tres años de vida postrada en cama por una artritis deformante y un fuerte asma bronquial. También sufrió flebitis, crisis cardíacas y náuseas. Murió en 1963. El Papa Francisco reconoció sus virtudes heroicas en 2016.

No quiso llevar escolta

Nacido en Nueve de Julio (Argentina) en 1920, Eduardo Francisco Pironio fue ordenado sacerdote en 1943, y en 1964 designado obispo auxiliar de La Plata. Como tal, fue padre conciliar en la tercera y cuarta sesión del Concilio Vaticano II. Pronto empezó a destacar en el panorama de la Iglesia hispanoamericana por su propuesta de una teología fundada en la doctrina social de la Iglesia y la opción preferencial por los pobres, pero opuesta a las desviaciones de la teología de la liberación.

Fue primero secretario general, y desde 1972 presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). En estos cargos, jugó un papel fundamental en el desarrollo y posterior aplicación de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, celebrada en 1968 en Medellín. En 1974, san Pablo VI le confió ser relator del Sínodo sobre la evangelización del mundo moderno, del que saldría la exhortación Evangelii nuntiandi.

Sus intervenciones sobre cuestiones sociales hicieron que durante los últimos tiempos del gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón sufriera amenazas. A pesar de ello, se negó a llevar escolta. En 1975, el Papa lo llamó para ser primero protoprefecto y luego prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica. Fue creado cardenal al año siguiente.

Arquitecto de las JMJ

Desde 1984 hasta 1996 estuvo al frente del Pontificio Consejo para los Laicos. Durante este período fue clave su contribución a la puesta en marcha y desarrollo de las Jornadas Mundiales de la Juventud, de las que se le considera cofundador junto a san Juan Pablo II. Acompañó la organización de las de Buenos Aires (1987), Santiago de Compostela (1989), Czestochowa (1991), Denver (1993) y Manila (1995).

Tras su muerte en 1998, el Papa polaco subrayó: «¿Cómo olvidar la gran aportación que dio a las celebraciones de las Jornadas Mundiales de la Juventud? Quisiera dar gracias públicamente aquí a este hermano nuestro, que me prestó una gran ayuda en el ejercicio de mi ministerio petrino».

Según ha afirmado Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant’Egidio, en su biografía de Wojtyla, también fue Pironio, junto con el secretario de Estado de la Santa Sede, Agostino Casaroli, quien favoreció que la Santa Sede denunciara el drama de «los desaparecidos» durante la dictadura argentina.

Ahora que se han reconocido sus virtudes heroicas, se estudiará al menos un posible milagro atribuido a su intercesión: la curación completa e inexplicable de un niño de 15 meses que sufrió una intoxicación con purpurina.

El Papa Francisco ha autorizado también que se declare venerables al carmelita descalzo italiano Immacolato Giuseppe di Gesù (1922-1989); a la religiosa brasileña Benigna Víctima de Jesús (1907-1981), de las Hermanas Auxiliadoras de Nuestra Señora de la Piedad; y a la española Juana Méndez Romero.