Pilar González: «Damos los instrumentos para conocer las fuentes de la Revelación en su lengua»
La decana de la Facultad de Literatura Cristiana y Clásica San Justino enseña lengua copta. La Iglesia que reza en ella convive con la persecución religiosa
¿Qué labor desempeña en la Universidad Eclesiástica de San Dámaso?
Por un lado, soy profesora de árabe, siríaco, lengua copta y literatura árabe cristiana. Por otro, desempeño desde hace cuatro años las labores propias de un decano, que es cuidar de que la vida académica marche y tomar diferentes iniciativas. La perspectiva de la Facultad de Literatura es mostrar cómo la cultura cristiana, la fe y la Revelación se insertan en un mundo pagano, el mundo de la Antigüedad clásica, y cómo lo que antes buscaban los filósofos se cumple en Cristo. Ese es el ideal.
¿Cuál es el valor de que los candidatos al sacerdocio conozcan estas lenguas?
Además de seminaristas, también tenemos laicos. Al estar en una universidad eclesiástica, se les dan los instrumentos válidos para conocer las fuentes de la Revelación en su lengua original. Se aprecian todos los matices que tienen y no es lo mismo que leer traducido un texto de un padre de la Iglesia. Como el Papa Francisco dice en la carta que publicó este verano sobre el valor de la lectura, conocer la literatura de otras culturas abre el corazón del hombre, recoge sentimientos universales y hace más cercanas a las personas.
¿Cuánto lleva en San Dámaso?
35 años, entonces no existía todavía. Comencé en 1989 estudiando en el Instituto de Filosofía Clásica y Oriental Diocesano San Justino. Este instituto es el germen de lo que hoy es la facultad, que comenzó a funcionar en el curso 2010-2011. Hice mi tesis en la Universidad Complutense, comencé a dar clases de árabe y de siríaco y cuando nos erigieron facultad me nombraron catedrática.
¿Tienen muchas profesoras?
A veces se ha necesitado buscar un profesor de griego o de latín y los perfiles que podíamos proponer eran de mujeres. No ha sido buscándolas, sino que así se han dado las circunstancias. Hay una profesora de griego, de orígenes del cristianismo, de egipcio, de latín, de hebreo y yo, que doy árabe y copto. Existe la tendencia de que las humanidades las estudien más las mujeres. Y también tenemos muchas alumnas; la impresión general es que está muy equilibrado.
¿Qué origen tienen los coptos?
La Iglesia copta es muy antigua. La tradición la sitúa en el siglo I, cuando san Marcos fundó la sede de Alejandría. Desarrollaron una lengua desde el demótico, el último estadio del egipcio antiguo. Ya no escriben con imágenes, sino con las mayúsculas griegas. Es una lengua de cultura y liturgia. Tienen textos apócrifos, traducciones de la Biblia y literatura monástica porque es una zona desértica donde se establecieron en cenobios.
En los últimos 45 días ha habido un repunte en las llegadas de coptos de Egipto a Madrid. ¿Se ha recrudecido allí la persecución religiosa?
En estos meses ya vino un grupo de coptos a Madrid buscando dónde celebrar su liturgia, aunque quizá llegaron solo para mejorar su situación de trabajo. Sabemos que sufrieron atentados en 2017, aunque parece que entonces tuvieron protección del Estado egipcio. La relación de los coptos con el Estado en Egipto es complicada. Actualmente hay un presidente que diríamos que es laico, pero vivieron momentos de persecución y su estatus es diferente al de los musulmanes. Por una serie de decisiones jurídicas que se pueden basar en el texto coránico, han estado siempre bajo el estatus de protegidos. Eso implica que pueden profesar su fe, pero con las condiciones que imponga el Estado musulmán. Esto se fue articulando a partir del siglo VIII y siempre han llevado signos distintivos externamente para diferenciarse de los musulmanes, porque étnicamente son iguales. Además, tradicionalmente han tenido que pedir permiso para construir o reparar iglesias. Antaño, las procesiones debían realizarse fuera de sus muros o había prescripciones para que el tañido de las campanas fuera más bajo que la llamada a la oración a la mezquita.
Con el nacimiento del fundamentalismo islámico, acabaron brotando grupos terroristas violentos y durante los últimos años se ha recrudecido su situación. Es una realidad también propia de los cristianos en Siria, Irak, el Líbano y todo Oriente Próximo.