Pieces of you - Alfa y Omega

Marie Kondo, una influencer japonesa, popularizó hace unos años un método de organización del hogar basado en la máxima de desprenderse de todos los objetos «superfluos» o «inútiles», proponiendo el conservar solo aquellos que fueran realmente útiles o dieran una sensación de felicidad. Dicho método estaba orientado a alcanzar un plano de conciencia de orden perfecto, bajo el presupuesto de que, cuando se posee lo estrictamente necesario en términos materiales, el alma entra en un estado de paz y serenidad.

Ignacio Carbajosa relata en su libro Testigo de excepción (2020) su experiencia como sacerdote en el hospital de campaña que se montó en IFEMA, en Madrid, durante la fase más dura de la pandemia de la COVID-19. Me impresionó la historia de varias personas mayores que, al no disponer de móviles, no pudieron ni siquiera despedirse vía telefónica de sus mujeres, maridos o hijos. Carbajosa decidió entonces sobre la marcha proveerse de una pequeña libreta y apuntar las balbucientes últimas palabras, pensamientos y recuerdos de aquellas personas. Esas notas, tomadas apresurada y precariamente, se convirtieron en los únicos rastros de sus últimos momentos de vida; una especie de improvisados testamentos y declaraciones de amor que después fue entregando personalmente a cada destinatario.

Me han venido a la memoria estos personajes a la luz de dos recientes obras: el cómic del autor valenciano Paco Roca, El abismo del olvido; y la película de Bayona, La sociedad de la nieve. El primero cuenta la historia real de Leopoldo Badía, sepulturero del cementerio de Paterna durante la posguerra, el cual, asumiendo un gran riesgo personal, se dedicó a recopilar en secreto efectos personales (mechones de pelo, botones, retales de camisas…) de los fusilados arrojados a las fosas comunes y a dejar sus nombres escritos en papeles dentro de botellitas de vidrio colocadas cuidadosamente en cada uno de los cuerpos, para que en la posteridad sus familiares y allegados pudieran reconocerlos y darles una sepultura digna. En la película, Gustavo Zerbino, uno de los supervivientes del accidente del vuelo 571 en los Andes, se dedicó a ir guardando en una maleta un recuerdo de cada uno de sus compañeros fallecidos (cartas, medallas, pañuelos, relojes…), y se negó en redondo a subir sin esa maleta al helicóptero que acudió a su rescate.

En una entrevista a la BBC, Zerbino cuenta por qué hizo lo que hizo: «Cuando me di cuenta de que nadie más iba a subir a ese lugar porque nunca había sido pisado por un hombre y era como un granito en el desierto, sentí dentro de mí que, si yo no traía de esas personas algún recuerdo tangible, su familia no iba a poder hacer el duelo […] y ahí me autoimpuse la misión de llevar a las familias algún recuerdo de los muertos en la montaña. Empecé a juntar algunas pertenencias; había una cruz que tenía en el pecho uno de los chicos, una medalla, el reloj, los documentos y cuando bajé, los puse en un bolso […]. Durante un mes fui casa por casa a llevarle a cada madre, a cada hermano e hijo un recuerdo. Pude contarles cómo fueron los días en la montaña y cómo murieron». Qué bien comprendieron la irreductible dignidad de la memoria Ignacio Carbajosa, Leopoldo Badía y Gustavo Zerbino. Hasta el último cabello de nuestra cabeza está contado. Nada es detritus. Nuestros despojos son sagrados, jamás son superfluos o inútiles, porque forman parte de la huella de nuestra milagrosa y fugaz presencia en la infinita vastedad del tiempo. Fabrice Hadjadj lo expresa de una manera bellísima en su provocador antimanual Tenga usted éxito en su muerte, cuando habla de que en el cielo nos encontraremos no solo a las personas que amamos, a las flores y a los animales, sino también «ese tazón roto por donde tantas veces pasaron los labios de mi mujer y de mis hijas […], ¿quién sabe si no volveré a encontrarme ese tazón en el cielo con su grieta hecha de luz? […] Todo eso no quiere acabar. Todo eso […] requiere duración».

La forma de un alma serena no es la habitación hiperordenada y minimalista que imaginaba Marie Kondo, sino la de un desván repleto de recuerdos. Nada que hayamos alguna vez amado es superfluo o inútil. «All the pieces of you fit perfectly in the hole inside my heart». canta el rapero NothingNowhere. Todas las piezas de los que amamos encajan perfectamente en el agujero dentro de nuestro corazón, porque nuestra identidad es su memoria viviente y todo, absolutamente todo, hasta lo más insignificante e irrelevante que haya sido alguna vez amado, clama desde el borde del abismo del olvido por ser recordado, salvado y glorificado.