Pedro Merino: «Es social porque es sensible a los problemas»
El delegado de Liturgia de Getafe define a su compañero del seminario como alguien audaz en la búsqueda de la voluntad de Dios
José Cobo ingresó en el seminario con la carrera ya terminada. ¿Se notaba la diferencia de edad?
Había diferencia entre los chiquillos que íbamos corriendo por el pasillo y los más mayores. Él no corría, pero tampoco se notaba que fuera de los mayores. No te juzgaba, sino que tenía un juicio muy pausado y era muy educado. Tenía ya entonces una visión muy profunda de las cosas y de las personas. Desde siempre ha sabido ponerse muy bien en los zapatos del otro. Era una persona acogedora, que siempre te podía escuchar y estaba preocupada de lo que te pasara. Y un referente para el grupo.
¿De dónde le viene ese estilo?
Creo que de familia. Además es una persona muy de silencio y de oración, muy contemplativa. Esa capacidad de ponerse en el lugar del otro no es posible sin una visión mística de la vida. Se le conoce poco en ese aspecto. Se va diciendo que si «es social». Pero lo profundo en él no es eso. Es social porque es muy sensible a los problemas, a la situación de los compañeros, de los sacerdotes…
¿Cuál es entonces la clave para entenderle?
Dice que hay que poner nombre a las situaciones para comprenderlas. A partir de ellas, busca la voluntad de Dios constantemente y desde ahí hace un planteamiento audaz. Está dispuesto a responder creativamente sin cerrarse a ninguna posibilidad. Pero no son locuras. Fundamenta muy bien lo que hace porque lo reza y medita mucho antes.
¿Su preocupación por los migrantes está relacionada con el hecho de que su misma familia migrara a Madrid siendo él niño?
No recuerdo que hablara mucho de ello. Aunque cuando durante el seminario lo destinaron a hacer pastoral en Alcorcón, en una zona de muchos inmigrantes de Extremadura, era sensible a esa realidad y a ese desarraigo. Sé que siente profundamente Andalucía.
Hay una anécdota, y es que cuando lo nombraron obispo auxiliar, nos contó que salió de la nunciatura con congoja y muchos miedos. Al entrar en el coche, se preguntó «a ver de dónde me quieren nombrar obispo titular». Abrió el papel y le surgió la carcajada al ver que es de Beatia [la antigua sede de Baeza, en Andalucía, N. d. R.]. Es algo divertidísimo y providente.
Llegó ya al seminario, además de con la carrera de Derecho, con una fuerte experiencia de trato con los últimos en Proyecto Hombre.
Vivió todo eso muy desde la fe y de forma muy eclesial, porque veía que la Iglesia tenía que estar presente en esas realidades como Iglesia. Es una persona profundamente eclesial y comunitaria.
En esa época todavía existían las comunidades de seminaristas en los barrios. ¿Cómo fue la experiencia para su promoción?
Al empezar Teología, Cobo fue a Vallecas y yo a San Blas. Era el plan del cardenal Ángel Suquía de pasar tres años en los barrios y luego vivir una etapa intensa todos como comunidad en el seminario, en 4º y 5º. En las comunidades aprendimos mucho y tuvimos mucho contacto con la gente, pero también tuvimos esa otra etapa de tranquilidad. Es entones cuando comenzó la relación más fuerte y entrañable de los doce compañeros de curso.
De eso hace 30 años. Y, además, como ya se habían creado las diócesis de Getafe y Alcalá de Henares, al terminar la formación cada uno se ordenó de diácono y de presbítero en la suya.
Pero después de ordenarnos de diáconos nos fuimos todos juntos a celebrarlo a Santander con el rector. Y fuimos allí porque ese año nos había dirigido los ejercicios espirituales su vicario general, un tal Carlos Osoro [ríe]. Al despedirse nos dijo «para lo que queráis, os acojo». Y le tomamos la palabra.
Precisamente siendo diáconos ustedes dos compartieron un momento fuerte, que vemos reflejado en una de las fotos que ilustran esta entrevista.
Fue antes de la dedicación de la catedral de la Almudena, el 15 de junio de 1993. San Juan Pablo II tenía la maravillosa costumbre de saludar a todos los que iban a ser ministros antes de las celebraciones; incluso cuando era anciano. Esa vez ya se notaba que no era tan joven. Hacía un gran esfuerzo para que te sintieses vinculado a su ministerio en la celebración. Nosotros éramos diáconos, y cada uno hicimos algo. Así que Cobo jugó un papel importante en la consagración de la catedral donde va a estar su sede. Recuerdo ese momento como si fuera la vida de otra persona, porque los Papas tienen algo especial.
¿No se han distanciado con los años y la distancia?
Nos hemos seguido reuniendo siempre una vez al mes, y Cobo siempre ha estado presente. Siendo obispo le empezó a costar más, pero aún así siempre hace fuerza por intentar ir. Para nosotros es una persona muy importante dentro del grupo. Para nosotros significa tener una referencia y la seguridad de una pertenencia, de no estar desarraigado. Es algo que he hablado muchas veces con él, sobre todo en relación con los sacerdotes mayores.
Es la segunda vez que menciona el tema de los sacerdotes.
Está muy preocupado por los sacerdotes, por la situación de los que son ya ancianos y por la necesidad que tenemos de unirnos. Él y yo creemos que el apego que podemos tener a los sitios, el miedo que nos da la jubilación, es por esa sensación de no estar arraigados. Frente a eso, es bueno tener esa referencia de personas con las que has crecido y que te han ayudado tanto. Ves cómo el Espíritu Santo construye la vida de los demás y hasta dónde nos lleva.
Para José es muy importante sentirse sacerdote en este curso. De hecho cuando lo ordenaron de obispo y dio las gracias en nombre de los tres nuevos auxiliares de Madrid evocó el momento de la postración durante las letanías de los santos en la ordenación presbiteral como un momento fundante.
¿De qué espiritualidad bebe el arzobispo electo?
De la Palabra de Dios. Mucha gente descubre su ser eclesial en un movimiento, están mostrando a Cristo a los hombres. Pero cuando no existían se hacía en la vida sencilla de los grupos de parroquias. No recuerdo que hablase de santos concretos, pero sí y mucho de la Palabra de Dios. La reza y la vive.
¿Tiene menos sintonía con los movimientos?
No. Como obispo comprende perfectamente y respeta sus procesos precisamente porque es la Palabra de Dios que se va encarnando en esas situaciones, ya sea un grupo neocatecumenal o Hakuna. Como valora tremendamente la experiencia del otro, también valora la de los grupos eclesiales.
¿Cómo acogieron su nombramiento ustedes, sus compañeros?
Con una ilusión tremenda. Nunca nos hubiésemos imaginado que fuese obispo, pero creemos profundamente que es un buen obispo. Confiamos en que va a ser un buen pastor para Madrid y en que va a ayudar mucho a la Iglesia en España y a la Iglesia universal. Creo que es un obispo preocupado por su gente, por la gente de la Iglesia y por la que no cree.
Pero me asusta muchísimo que lo juzguen por tópicos. Cuando veo cómo le han caído encima me doy cuenta de que no lo conocen. El otro día un periodista ya empezó a meterse con él. Me dolió mucho. ¡Si todavía ni ha empezado! Él rompe los tópicos por esa capacidad de de escucha, de ponerse al servicio de los demás. Por eso es atrayente.