Pax franciscana en la teología moral
Superadas las controversias del posconcilio, moralistas de las principales facultades de España y Portugal se agrupan en la Asociación Teológica Ibérica para el Estudio de la Moral
La teología moral ha sido campo de encendidas disputas intraeclesiales en las décadas posteriores al Concilio. Momentos álgidos son la contestación desde algunos ambientes católicos a la Humanae vitae de Pablo VI o el rechazo a la Veritatis splendor de Juan Pablo II por aspectos como los límites de la autonomía moral de la persona, polémica cuyos ecos resuenan en algunos de los debates más encendidos en torno a la Amoris letitia de Francisco, en particular en lo que respecta al caso por caso del acceso a la Eucaristía de los divorciados vueltos a casar.
Pese a todo, «estamos claramente en un momento nuevo; un momento de cambio generacional, en la que los moralistas estamos libres de aquella época de confrontación, deseando dialogar y buscar puntos de encuentro entre nosotros». Así lo cree el profesor de Comillas José Manuel Caamaño, presidente de la recién nacida Asociación Teológica Ibérica para el Estudio de la Moral, que agrupa a profesores de distintas universidades de España y Portugal, con expertos procedentes de Navarra, San Dámaso, los jesuitas de Granada o el antiguo Instituto Superior de Teología Moral fundado por los Redentoristas.
El impulsor de la iniciativa es el agustino Roberto Noriega, profesor de Deusto, que lanzó la propuesta en unas jornadas sobre la Veritatis splendor celebradas en la Universidad Pontificia de Salamanca en octubre de 2017. Uno a uno, fue contactando a los decanos de las distintas facultades de Teología, y organizó una reunión en Madrid a la que enviaron representantes los principales centros de teología de la península o incluso puntos geográficos tan alejados como las Azores, «una señal magnífica –dice– de que la gente tiene ganas de trabajar en red». «Estamos un poco solos, cada uno metido en su mundo», añade. «Necesitamos conocernos, apoyarnos, ser también esa voz autorizada ante controversias que puedan surgir en la sociedad».
Con todo ello –matiza Caamaño– no se intenta ocultar que siguen existiendo «sensibilidades distintas, incluso entre personas de una misma institución. Pero esas divergencias no deben impedir la comunión ente nosotros». «Nos hemos adelantado a la constitución apostólica Veritatis gaudium del Papa, que precisamente pide un diálogo fluido entre las universidades eclesiales», subraya Noriega.
La asociación, de carácter civil por su dimensión internacional, está abierta a la colaboración en todo aquello que la jerarquía eclesiástica pueda demandarle. Pero antes que nada, advierten los promotores, toca abrir un espacio de diálogo entre los moralistas interesados en participar para definir campos y modalidades de actuación. «Estamos empezando», coinciden en destacar ambos en entrevistas separadas.
Ir a lo esencial
Tan importante como el diálogo intraeclesial podría llegar para la asociación su presencia en debates sociales como la eutanasia o los límites de la investigación genética, concede José Manuel Caamaño. El reto, sin embargo, va mucho más allá de llegar a adoptar determinados pronunciamientos. A la comunidad creyente, dice, «necesitamos ofrecerle criterios que faciliten un discernimiento maduro pero en último término personal ante las circunstancias que se le van presentando en su vida a la persona».
Mucho trabajo cree Caamaño que hay también por hacer con los más o menos alejados, personas cuya relación con la Iglesia «se ve condicionada muchas veces por la moral», ya sea con argumentos fundados o por meras «percepciones». «A veces perdemos demasiado tiempo en cuestiones que son secundarias, que no segundas, porque todo es importante en la vida moral, pero a condición de que no se oscurezca lo esencial del mensaje cristiano ni a primacía de la Gracia», dice. «Si te fijas en el Papa, rara vez habla de casuística, de temas como el preservativo o las relaciones prematrimoniales. Prefiere ir a las cuestiones de fondo, de las cuales se deriva todo lo demás». «Lo que nos está indicando es que tenemos que evitar que la moral sea un obstáculo para la fe, para el encuentro con Jesús y el acceso a la Iglesia».
«La cuestión –concluye– es conseguir que la moral católica pueda ser inspiradora, motivadora; que sea parte del anuncio del anuncio de la Buena Noticia».
El Papa anima a las facultades de Teología de todo no solo a «conectarse entre sí», sino también a dialogar con instituciones pertenecientes a «otras tradiciones culturales y religiosas» para encontrar juntos soluciones a los problemas que «afectan a la humanidad hoy». Así lo dijo el sábado al recibir a unos 400 alumnos y docentes de la Academia Alfonsiana – Instituto Superior de Teología con sede en Roma, por el 70 aniversario de la institución, en la que el Pontífice aprovechó para abogar por una teología moral propia de una «Iglesia en salida», hecha desde «el corazón del kerigma», que no teme «ensuciarse las manos» con los problemas reales de la gente y huye de «una idealización excesiva de la vida cristiana». Una teología moral que entiende que el mundo no es una realidad de la cual hay que «defenderse ni mucho menos condenar», sino que pone en el centro la «misericordia de Dios». Lo cual, matizó Francisco, no significa relativizar el pecado. Más bien al contrario, el Papa lamentó que, mientras existe una hipersensibilidad hacia ciertos pecados, otros, por el contrario, pasan desapercibidos. «Me llama la atención el hecho de que cuando ejercito el ministerio de la reconciliación o lo ejercitaba –dijo el Papa–, rara vez alguien se acusa de haber violado la naturaleza, la tierra, la creación. Todavía no somos conscientes de este pecado. Es su trabajo hacerlo [conseguir que la gente tome conciencia]».