Patricia Simón: «Creemos espacios donde nos reconozcamos» - Alfa y Omega

Patricia Simón: «Creemos espacios donde nos reconozcamos»

Cristina Sánchez Aguilar
Patricia Simón
Foto: Manuel Pavía Simón.

Periodista, profesora y escritora, ha realizado coberturas en más de 25 países. Su último libro, Miedo. Viaje por un mundo que se resiste a ser gobernado por el odio (Debate), hace un recorrido por los temores que gobiernan nuestras vidas en los últimos años.

¿Por qué dedicar todo un libro al miedo precisamente ahora?
Porque creo que es el sentimiento que más se está instrumentalizando desde la política y el que más está definiendo nuestra reacción frente a las cuestiones más importantes; cómo nos relacionamos con las otras personas, cómo definimos qué hacer con nuestra vida y cómo convivimos con los seres más cercanos. Hay una maraña de miedos que marcan cómo vivimos y no sabemos de dónde vienen.

La gota que colmó el vaso y arranca el ensayo fue la pandemia.
Cuando empecé a entrevistar a mayores en las residencias, a personas sin hogar, a trabajadores esenciales… me di cuenta de que, más allá del virus, los miedos tenían que ver con la crisis de 2008 y estaban definiendo nuestra vida desde entonces. Generar sosiego en tiempos de incertidumbre permite entender lo que no comprendemos. Cuando algo genera rechazo porque da miedo, ponemos etiquetas y apartamos, pero si queremos restablecer el espacio de convivencia que hemos quebrado tenemos que entender a quienes nos generan rechazo.

Es precisamente el caso que relata en el libro de la mujer palestina criada en Tel Aviv que nunca había compartido tiempo con otros palestinos.
Es un ejemplo que ahora nos permitiría entender el genocidio en la Franja de Gaza y por qué es apoyado. Durante décadas la población de Israel y Palestina no se ha conocido en la práctica y eso hace que se deshumanicen. Esta mujer incluso es voluntaria de una organización humanitaria, pero nunca había convivido de igual a igual y, cuando tuvo la oportunidad, todos los prejuicios y las amenazas se desvanecieron. La esencia del libro es la necesidad de crear espacios donde nos conozcamos, la herramienta más eficaz contra el odio.

Quizá esta ausencia de espacios también se deba a una época en la que el interés personal está por encima del colectivo.
Es multicausal. Por un lado tenemos el urbanismo, que no invita a tener espacios compartidos. Ni siquiera hay descansillos en los edificios para dejar bicicletas. Luego están las jornadas de trabajo extenuantes que no dejan tiempo de descanso para compartir, para crear comunidad. Los años 90 nos destrozaron en términos culturales, imponiendo que lo valioso era la competitividad, y nos dejamos arrebatar la concepción del espacio público donde encontrarnos. No tenemos que pensar en grandes hazañas, sino, en la medida de nuestras posibilidades, encontrar espacios que no sean solo el bar y el centro de yoga, sino lugares donde compartir con la señora migrante que quiere conocer a gente y aprender español. He vivido en varias ciudades y me he encontrado con este problema: dónde conozco a mis vecinos. Cuando hacemos deporte no lo hacemos. Necesitamos espacios en los que charlar e ir con nuestra merienda y nuestro sobrino. Y, si no, tener casas más grandes. El hecho de que las casas sean minúsculas influye en que no las compartamos.

Destaca cuatro miedos: al otro, a la pobreza, a la soledad y a la muerte.
Por una parte definen nuestro tiempo; las grandes problemáticas las podemos encuadrar en estos cuatro miedos y, además, no son exclusivas de esta época, pero ahora se están exacerbando para dividirnos. Desde estos miedos podemos explicar por qué nos sentimos a menudo tan tristes en sociedades que no están en el peor de sus momentos.

¿Cuál es, en este contexto, el papel del periodismo?
Nuestro trabajo debe estar atravesado por una ética compartida que venga a decir al final de cada información que eso no debería ocurrir y podría no estar ocurriendo. El sufrimiento es evitable y contar todo eso desde el periodismo es lo que podría hacer que, cuando la gente lea los hechos, se indigne. Informar con rigor, independencia y calidad y defender los derechos humanos, no es de gente utópica, sino la forma más de justa de estar en el mundo.